jueves, 23 de noviembre de 2017

La falx o falce dacia.

Muchas son las historias del Ejercito Romano y de las innumerables luchas y guerras que tuvo que librar contra los enemigos de Roma. En el siglo I-II d.C, en la Dacia (la actual Rumanía), un nuevo poder se había levantado al bajo el gobierno del rey Decebalo (87-106 d.C), fortalecido tras años de generosas pagas por parte de Roma, con dos débiles emperadores de cara a la política exterior (Domiciano y Nerva). Con la llegada de Trajano al poder en Roma, la política cambiaría y el conflicto con la Dacia comenzaría. En dicho conflicto el ingenio de roma se puso a prueba debido a la presencia de un arma que obligaría cambiar la panoplia de combate romana, el Falx.

martes, 3 de octubre de 2017

El retorno: Calentando Motores


Buenas a todos! ¡Cuanto tiempo sin pasar por el blog! Y ¡Si! tenéis razón no hay excusa. Pero aun así voy a retomarlo, una vez terminados mis estudios pienso retomar en la medida de los posible la publicación periódica del blog. Así que estar atentos a las próximas semanas, pues pretendo volver a darle vida al blog
Muchas gracias y 'Hasta pronto!


miércoles, 17 de agosto de 2016

El castillo viejo de Manzanares el Real

Situado en la localidad de Manzanares el Real, en la Provincia de Madrid, se encuentra el Castillo viejo de Manzanares el real; este, como el de construcción más moderna, y conocido como el Castillo Nuevo, así como la villa se asientan sobre la falda meridional de la conocida Pedriza. Cercano al Lecho del rio, que lo separa de la población, ocupando el extremo de una loma que borde su sección occidental.

lunes, 6 de junio de 2016

La construcción de una comunidad: el matrimonio en la Edad Media

Desde época romana se ha considerado el matrimonio como una institución básica para la consolidación de la comunidad. La unión entre dos individuos representaba la creación de una alianza familiar. El establecimiento de este tipo de lazos servía para promover proyectos comunes y garantizar la continuidad social. Con la crisis del Imperio Romano algunos autores se remitirán a la importancia de la familia y el matrimonio como base de la organización social. Horacio afirmó que la corrupción política era resultado de la corrupción familiar y Tácito alabó las relaciones matrimoniales de los pueblos germánicos como fuente de su fortaleza y unión. Se buscó una solución a la crisis en el retorno a las virtudes originarias de la comunidad.



Antes de celebrarse cualquier unión matrimonial debía determinarse quién controlaría la patria potestas de la novia. Según el derecho romano la mujer debía estar sometida a tutela que podía pasar del padre al marido tras el matrimonio. Los romanos distinguían dos tipos de matrimonio: cum manu y sine manu. En el primero la patria potestad venía transferida a su marido, mientras que en el segundo el padre la conservaba, era especialmente frecuente entre parejas que no habían obtenido el consentimiento paterno para casarse y se consideraba un matrimonio de segunda clase.

Con el auge del cristianismo asomaron nuevas consideraciones sobre el matrimonio, San Pablo lo consideró un “mal necesario” para evitar los excesos sexuales, mientras que San Agustín criticó esa postura y lo consideró una unión sagrada elevándolo a la categoría de sacramentum. Al igual que los romanos creía que el matrimonio era una institución indispensable para el mantenimiento de la paz dentro de la comunidad. La Iglesia buscó un punto de entendimiento entre ambas posturas al considerar el matrimonio una unión necesaria para la comunidad y para contener los bajos instintos de los hombres.

Tras la caída de Roma se instauró un nuevo modelo matrimonial de origen germánico. Los pueblos bárbaros reconocían hasta tres tipos de matrimonio. El más oficial, el kaufehe, implicaba la compra del mundium de la novia, es decir, el derecho de autoprotección frente a la jurisdicción, algo similar a la patria potestas romana. El segundo, el friedelehe, era un matrimonio basado en el consentimiento mutuo de los contrayentes, especialmente abundante entre aquellos que no podían permitirse comprar el mundium de su esposa. Por último, el raubehe o matrimonio por rapto, era considerado una violación de los derechos paternales.

La Iglesia criticó duramente estos modelos matrimoniales al considerar que las mujeres no eran objetos de intercambio y que tenían cierta personalidad jurídica. Nicolás I insistió en la necesidad de que ambos cónyuges expresaran su consentimiento.

Graciano será el responsable de unificar el rito romano y germánico para construir un modelo matrimonial único. Del mundo romano tomará el consenso como símbolo de la aceptación de los cónyuges, mientras que de la tradición longobarda tomará la traditio y la consumación. Además consideraba que el consenso paterno no era necesario para formalizar la unión. La Iglesia, aún asumiendo este principio, tenderá a defender la voluntad de los progenitores en materia matrimonial. Por su parte las autoridades civiles veían en esta concesión una amenaza a la política matrimonial, pues permitía a los cónyuges rechazar a las parejas elegidas por sus familias.

El consenso se convertirá en el elemento central de las ceremonias nupciales. A partir del siglo IX se observan los primeros procesos judiciales para anular un matrimonio por defectos de consentimiento. La disolución de la unión permitía a los cónyuges contraer un segundo matrimonio como si el primero nunca hubiera existido. En el caso femenino, el consentimiento otorgaba a las mujeres un mayor grado de libertad, sino para elegir esposo al menos para rechazarlo.

La libertad de los cónyuges provocó la aparición de matrimonios clandestinos, cuya regulación era tremendamente complicada. En el siglo XII se generalizó la presencia de los notarios como prueba de que el matrimonio se había celebrado oficialmente. Aunque en la práctica bastaba con que los novios expresasen su deseo de contraer matrimonio para que fuera efectivo de facto. El IV Concilio de Letrán (1215) intentó reforzar esta premisa. Exigió a las parejas que anunciaran públicamente su intención de casarse. Los glosadores insistieron al afirmar que sólo serían válidos aquellos matrimonios en los que hubiera testigos. Un matrimonio no reconocido podía ser equiparado al concubinato, lo que implicaba que descendencia fuera ilegítima. Este tipo de uniones eran más comunes entre los sectores menos privilegiados. La élite procuró hacer que sus bodas fueran tan públicas y espléndidas como fuera posible para ostentar su riqueza y para garantizar que el matrimonio fuera reconocido. En cualquier caso, los matrimonios que se celebraban sin contar con la aprobación paterna y en clandestinidad fueron una minoría durante todo el periodo.

La concepción del matrimonio como unión de la comunidad perdió importancia en los siglos XI – XII, la aparición trajo consigo una modificación de los principios sociales y de la propia concepción de “familia”. La familia conyugal dio paso a una sociedad basada en vínculos civiles y jurídicos, una sociedad en la que primaban las familias agnaticias con un largo recorrido genealógico. En el siglo XV vemos algunas oposiciones a este modelo. Marco Antonio Altieri abogará por la recuperación del mito romano y criticará a sus contemporáneos por sostener el matrimonio sobre la base económica perdiendo su sentido originario.


El principal problema que se encuentra al estudiar el matrimonio medieval es la parcialidad de la documentación. La mayor parte de los acuerdos matrimoniales conservados pertenecen a miembros de la aristocracia y la alta burguesía, entre los que la unión matrimonial tenía una función esencialmente política y económica. Los matrimonios de los sectores menos privilegiados son menos conocidos, los datos conservados, aunque parciales, permiten determinar que existía una mayor libertad porque la alianza política y económica tenía menos peso dentro de la pareja.   
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viernes, 27 de mayo de 2016

La Guerra de la Unión en Valencia

La crisis de la Unión es un hecho central en la historia medieval valenciana, que marcó un antes y un después en la composición de su élite ciudadana, la más implicada en el conflicto.


miércoles, 25 de mayo de 2016

Wessex y el bronce Británico.

La cultura de Wessex en el Neolítico, en Gran Bretaña, se manifiesta a través de grandes poblados, por ejemplo con el poblado de Windmil Hill. Este es un poblado de casi 100 hectáreas delimitado por fosos y taludes de tierra.  Lo que sí se sabe es que las poblaciones durante el 4000 o el 5000 a.C. no solo desarrollaron la agricultura y la ganadería, sino que fueron capaces de conseguir hasta tres cosechas anuales que les garantizaban un gran excedente. Junto con este poblado comienzan así a aparecer testimonios de grandes depósitos rituales de trigo, avena, etc. y junto con ello comienza a desarrollarse una cultura megalítica que no solo tiene dólmenes o círculos de piedra, sino también otras cosas como la aparición de las pirámides. Son unos montículos cónicos escalonado artificiales en forma de conos y de gran tamaño macizos cuya función se desconoce. Ejemplo de esto tenemos la pirámide de Silbury Hill. Hasta el siglo XIX no se sabía que era ese montículo, por lo que fueron trasformados en jardines de palacios decimonónicos o bases de torres militares. En ese mismo siglo se hicieron excavaciones y lo que se encontró fueron dos pirámides, una sobre otra, con contrafuertes radiales. Para esta pirámide la explicación se encuentra en ciertos monumentos escoceses medievales en las que se ofrecían las primeras cosechas, se supone que a la virgen maría, para favorecer que esos años de cosecha fueran productivos. El tamaño de la pirámide es aproximadamente  de 36 metros de altura. Se sabe que se construyeron en torno al 4000 – 4500 a.C. y que son contemporáneas a los grandes megalitos de Wesex.

Avebury

lunes, 23 de mayo de 2016

Las respuestas a la crisis del liberalismo (II): los movimientos fascistas

Además del comunismo, del que hablamos hace algunas semanas, existieron otros movimientos políticos que buscaban responder a la crisis del liberalismo provocada por la Gran Guerra y plantear alternativas para el gobierno de las naciones europeas. En esta ocasión hablaremos de los movimientos de extrema derecha que surgirán entre los años 20 y 30. Si bien estos movimientos se pueden agrupar en el espectro del extrema derecha y son, habitualmente, reconocidos como regímenes fascistas, lo cierto es que no todos pueden denominarse “fascismos”. Sin embargo, comparten una serie de características similares. Todos se presentaron como una tercera vía entre capitalismo y socialismo; combinaban un fuerte control estatal de la economía con el respeto a la propiedad privada.



Estos movimientos esencialmente europeos compartieron algunas de sus características con regímenes políticos como el periodo Showa en Japón, el Estado Novo de Getulio Vargas y de forma más limitada la dictadura de Juan Domingo Perón en Argentina. La naturaleza de estos movimientos y de los regímenes dictatoriales ha sido muy discutida, parece que hay un cierto consenso en que todas las formas de gobierno autoritario del periodo estuvieron influidas en mayor o menor medida por el fascismo italiano hasta el punto de que el periodo de entreguerras puede definirse como la época del fascismo.

Existe una cierta polémica entre los historiadores que defienden el fascismo en un sentido genérico como término para definir todos estos regímenes que comparten elementos comunes y los autores que son más partidarios de diferenciar entre los movimientos considerándoles excepcionales y denominando fascista únicamente al fascismo italiano, máximo representante de estos movimientos. Estos investigadores consideran que el resto de movimientos copian o toman elementos del fascismo italiano, pero que es necesario recordar que no se presentan a sí mismos como “fascistas”, algo que si ocurría con el comunismo. Otra de las diferencias fundamentales entre estos programas será la relación con la religión, tanto el fascismo como el nazismo tienen un sentido puramente a-religioso, mientras que los demás casos podrían enmarcarse en el llamado nacionalismo católico. También se tiene en cuenta que sólo en Alemania e Italia estos programas alcanzaron el poder de forma directa, mientras que en las demás regiones el poder adopta algunos de los presupuestos y premisas planteadas por los partidos de corte fascista.

En cuanto a los orígenes ideológicos es necesario recordar que el fascismo no existe como tal, no tiene una fuente de principios unánimemente aceptados, ni un autor o manifiesto común, ni una trayectoria ideológica que le sirva como base. Los propios fascistas italianos negaban tener una ideología propia, preferían hablar de hechos, no de ideas. Por ello es la acción política y no la doctrina lo que les caracteriza, su experiencia en el poder fue generando una serie de principios que marcaron el devenir de los demás regímenes de este tipo, pero sin lograr nunca una doctrina unificada. En realidad el fascismo se distingue más por su rechazo a una serie de principios que por su defensa de los mismos: antimarxista, antiliberal, anticapitalista. En resumen, rechazaba todos los modelos políticos conocidos en el periodo de entreguerrras y se presentaba como una ideología novedosa cuya misión era imponerse a las ideologías fracasadas imperantes.

Algunos autores han encontrado ciertas influencias que podrían considerarse antecedentes del fascismo, relacionadas con el nacionalismo romántico y los fuertes nacionalismos políticos surgidos en estos mismos países, Italia y Alemania, en el siglo XIX. También se caracterizan por el rechazo a las visiones religiosas de la vida política, buscan una forma de trascendencia atea que convierta el fascismo en una religión política, en la que la nación y la propseridad nacional representen a la divinidad. En este sentido el ejemplo más claro que encontramos es la pretensión de eternidad que planteaban los nazis con su proyecto de un reich que durara mil años. El líder del movimiento y la nación se convierten en símbolos sacralizados a razón de profeta/mesias y Dios eterno.

A parte de las tres negaciones el fascismo comparte algunos rasgos “en positivo”: un nacionalismo exacerbado, llevado a las últimas consecuencias. Este nacionalismo se caracteriza por su mirada hacia el futuro, a diferencia de los modelos nacionales “históricos”, el fascismo busca la proyección de la nación hacia el futuro a través de la guerra y la implantación de un modelo imperialista.

En segundo lugar el fascismo se fundamenta en la omnipotencia del Estado como rector de toda la vida de la nación. Mussolini declaró que todo debía estar dentro del Estado y nada fuera, todo lo que quede fuera se entiende como oposición y debe eliminarse. Este planteamiento ha llevado a considerar el fascismo como un movimiento totalitario. Los fascistas no toleraban la separación de poderes, ni de clases y señalaban que los derechos individuales debían estar subordinados a la razón de Estado, incluido el propio derecho a la vida, de ahí que el régimen hitleriano se permitiera la ejecución directa de cualquier persona siempre que la orden viniera de parte del führer. Este totalitarismo justificó el control pleno del mercado laboral a través del coorporativismo estatal, la organización de la vida laboral alrededor de corporaciones oficiales por ramas y actividades en las que se hace obligatoria la entrada de todos los adscritos a la rama.

Otra característica es el elitismo, el fascismo niega el principio liberal y marxista de la igualdad, y afirma que los fuertes tienen el derecho natural a imponerse sobre los débiles. Por razones análogas creían que solo una minoría era capaz de gobernar y liderar. Desprecian todo el aparato institucional de la democracia, la asamblea, porque pone en el mismo plano a personas con diversas capacidades. En ocasiones este elitismo se extiende a las cuestiones raciales y se establece una dialéctica de raza que es especialmente evidente en el caso nacional socialista. El fascismo italiano defendía un presupuesto elitista basado en la cultura, lo mismo ocurre en España con el falangismo que se define antisemita y antimasónico pero que no establece una visión de superioridad biológica de la raza hispánica.

En razón a este elitismo defienden el caudillaje como jerarquía, la subordinación del movimiento a un líder carismático llamado a regir el destino de la nación. El duce en Italia, el fürher en Alemania o el caudillo en España. Todos ellos son personajes que se consideran constructores de la ley nacional y, por tanto, por encima de ella. Esta visión generó un culto sistemático al líder que se concretó en grandes obras monumentales o cinematográficas, la Via de la Conziliazione en Italia, el Valle de los Caidos en España o el Triunfo de la Voluntad para el caso alemán.

Su concepción de negación de otras identidades consideradas aberraciones políticas contra el interés general les llevó a establecer una visión totalmente maniquea del mundo en la que se establece una distinción muy clara entre “nosotros” y los “otros”, el enemigo estará representado por cualquier grupo no fascista: capitalistas, liberales, comunistas, extranjeros, judíos, masones, etc.

Para combatir a este enemigo defienden la violencia como arma política, todos estos movimientos han empleado en mayor medida la violencia, ya sea institucional o civil. El fascismo considera que la violencia es un elemento terapéutico que sana la nación, permite que la sociedad se desprenda de los elementos débiles. Los partidos fascistas son partidos de movilización masiva, snecesitan la movilización de las masas detrás de su proyecto, sólo pueden avanzar a través del apoyo de grupos de población muy amplios. Esto es lo que, según algunos autores, conduce a un proceso de radicalización constante, el fascismo tiene que situar nuevos objetivos en la agenda pública para mantener sus apoyos.

En definitiva, el fascismo triunfó en Europa durante más de dos décadas gracias a un programa basado en la acción directa y la protección nacional. Tuvieron gran éxito entre la población que aprobaba tácitamente sus políticas iniciales, sólo la radicalización de estos movimientos y el estallido de la Segunda Guerra Mundial llevó a su fracaso y expulsión de las instituciones alemanas e italianas y posteriormente, el triunfo de la socialdemocracia y las transiciones democráticas sufridas en países como España o Portugal pusieron fin a los diferentes fascismos supervivientes.

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