La belicosidad es el rasgo característico de los celtas de Iberia en el discurso historiográfico antiguo. Son frecuentes en las fuentes las referencias a la ferocidad, el latrocinio, al armamento o a los rituales guerreros. Sin embargo, solo cuando lo ponemos todo sobre la mesa podemos empezar a hacernos una idea del significado de la guerra en el mundo celtibérico.
Cascos Hispano-calcídicos de origen Celtibérico. |
La falta de textos escritos impide afirmar la existencia de un corpus teórico sobre el sistema de hacer la guerra de las tribus ibéricas o celtibéricas y en ningún caso puede afirmarse que se realizara una trasmisión de ideas militares por escrito como sucede con las obras de los teóricos griegos y romanos. Diversos elementos nos permiten concluir que en las comunidades prerromanas se configuró un concepto especifico, ampliamente conocido sobre las formas de combatir, que no permaneció de ninguna forma inmutable, sino que sufrió un proceso de continuo cambio a lo largo del primer milenio a.C. Tanto como consecuencia de las modificaciones internas de los grupos sociales, como por la influencia de los estados mediterráneos con los que las poblaciones celtiberas entraron en contacto, ya fuera como mercenarios, aliados o enemigos.
El armamento se establece como idea de símbolo de prestigio social, la panoplia década fase cronológica tiene un carácter utilitario que responde a la premisa básica de un tipo concreto de arma se diseña para ser empleado de una forma específica, obteniendo con ello una supremacía sobre el adversario. De esta forma si se cumple el planteamiento indicado significa que el guerrero que se dota con esas armas tiene una noción muy clara y profunda de cómo hará uso de las mismas.
Las comunidades prerromanas peninsulares despegan de forma notable a partir del siglo VI a.C. Su sistema de vida se basaba en la idea de una ciudad fortificada, que los romanos y de forma heredada nosotros, conocida como Oppidum u Oppida, como una estructura básica de residencia de las élites sociales, control y explotación del territorio dependiente. Las estructuras políticas serian unidades de poder fraccionadas, de mayor o menor entidad según el número de poblados de entidad dependientes y sub-dependientes de un núcleo central, que pudiera abarcar su control una élite local. De esta forma encontramos un sistema político que organiza una estructura de referencias ideológicas que permite a la población relacionarse de forma ideológica con la estructura social en función de determinados elementos emblemáticos. La ciudad o el poblado, a través de las fortificaciones y los edificios comunitarios, las necrópolis, y los santuarios configuran la vertebración del territorio mientras que al mismo tiempo se realiza un registro ideológico con el que se identifican sus habitantes. El concepto de frontera es difícilmente aplicable, pero sin embargo vemos como algunos elementos, en forma de construcciones honorificas, podrían servir como elementos de señalización fronteriza.
A la cabeza de cada unidad territorial se sitúa un grupo reducido de individuos, o varias familias cuando se trata de una comunidad extensa, privilegiados por su estatus y posición de liderazgo. Son los propietarios de los mejores ganados y de las mejores tierras de cultivo, y por lo tanto se benefician del control y redistribución de los bienes económicos. Las formas de adquisición, manifestación y trasmisión del poder varían en función del tiempo y el lugar, pero el común denominador de esas minorías se expresa en el desempeño de las armas y su prestigio se ve acrecentado en el campo de batalla. Por lo tanto es fácil establecer como factor común de discurso que estas élites se representen como élites guerreras. A estas, les serán propios valores heroicos como la destreza militar, el carisma y las grandes gestas; la hospitalidad y los regalos; también el gusto por la guerra, los caballos, la caza o los banquetes, donde se harán grandes ingestas mientras se narran las hazañas y se redistribuyen las recompensas entre los fieles y los clientes.
Estas aristocracias se ven asociadas por indicadores de rango como las panoplias con armas de parada, objetos suntuarios, atuendos e insignias, imágenes heroicas, así como por la posesión de caballos y otros elementos de prestigio. Por debajo estaría el grueso de la población que se corresponden con familias campesinas. A diferencia de las aristocracias, se trata de gentes no privilegiadas, libres y portadoras de ciertos derechos, que viven de su trabajo pero que se ven sometidas a las autoridades locales a las que deben tributos y prestaciones militares, ya sea para la participación en expediciones guerreras, la defensa de la comunidad, la construcción, . Unidos a sus jefes por lazos de clientela personal.
En ámbitos de montaña la escasez de recursos y la dureza de las condiciones de vida hacen pesar en una pobreza generalizada. Esto obligaría a buena parte de la población a emigrar a lugares con mejores posibilidades. La misma situación ayudaría a explicar la formación de cuadrillas guerreras dedicadas al bandidaje y a la captura de un fácil botín en forma de rebaños. Sin embargo, estas "razzias" no siempre estarían vinculadas a comportamientos endémicos derivados de la pobreza y la quiebra social. Sino que bien se podría explicar como una forma de arraigo de la ética competitiva y los valores guerreros de estas comunidades de forma que mediante estas "gestas" los jóvenes varones adquirían reconocimiento dentro de su comunidad.
La inclusión del concepto de la guerra en las sociedades, es siempre el resultado de un factor externo al desarrollo principal del grupo. Las causas que motivan la introducción de la idea de la guerra suelen relacionarse con las crisis de subsistencia. Así, un periodo continuado de malas cosechas, agotamiento del suelo o la esquilmarían de los recursos naturales del territorio, crean la motivación y la necesidad de obtenerlos más allá de los límites territoriales de una estructura social y, con ello se entra en una dinámica de contactos con otros grupos, que bien puede ser comercial, siempre que las relaciones entre los grupos sea buena, o por el contrario si las relaciones por diversas causas son más encrespadas y difíciles, mediante el uso de la fuerza de forma que se consiga, en una primera fase lo imprescindible, y en una segunda fase los elementos o bienes que aumenten y desarrollen la potencia económica y el prestigio de la comunidad.
Una vez asumida la práctica, la guerra es un recurso que puede ser empleado para solucionar problemas estructurales internos y externos. La acumulación del prestigio inherente al empleo de las armas y la victoria sirven para potenciar el mantenimiento de la estructura jerarquizada pre estatal.
Realizando una comparación con las poleis griegas, suponiendo que los habitantes de un oppida son a su forma “ciudadanos” del mismo, apréciese el uso de las comillas pues el concepto de ciudadanía no sé hasta qué punto se podría aplicar al presente caso, pero en este caso lo aplicare en pos de la sencillez de términos. En el caso de los “ciudadanos” de los oppida, al igual que en el caso de las poleis griegas, tendrían una obligación para con el núcleo habitacional, es decir el oppida, donde estos ciudadanos conformarían el cuerpo social del estado, y que se veían sometidos a las obligaciones propias de su estrato social, entre las que se incluía el deber de la protección del oppida. De esta manera todos los habitantes libres tienen la obligación de defender el oppida, abandonando el individualismo y conformando una parte esencial de las fuerzas armadas del oppida... En el caso de las poblaciones peninsulares, las relaciones entre el individuo y la colectividad priman la presencia del individuo.
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