Uno de los aspectos más importantes
de todo estado es la población. Este elemento, resulta ser fundamental ya que
determina la producción y por tanto, en definitiva, la riqueza de un país. De
esta forma a la hora de estudiar cualquier civilización no debemos centrarnos meramente
en la historia política, sino también en el conjunto de personas que formaron
esa civilización para así poder conocer ciertos aspectos de la historia.
El estudio
de las sociedades, entendidas como un ente económico y no sólo político es algo
relativamente nuevo, teniendo sus primeros pasos en el siglo XIX para ser exactos. Y aunque ya
existían alguna serie de estudios de este carácter con anterioridad, nunca se
había planteado unirlos con el estudio económico para hacer una historia que
cubriese todos los puntos de vista. Además cabe destacar qué desde que se comenzaron a realizar esta serie
de estudios, el interés se fijó desde un primer momento en una parte de la población
relativamente conocida, los esclavos. Sin embargo, la mayoría de la población
era campesina, pero resulta que la
esclavitud en una Grecia idealizada llamaba mucho más la atención. Poco se ha
trabajado a dar un enfoque dedicado a la vida rural, ya que se trata de una
parte mayoritaria de la población, pero
a la que tradicionalmente nunca se le ha otorgado un papel preponderante.
En nuestro pensamiento
actual riqueza y pobreza son dos términos que designan dos extremos de una
realidad: el tener o no tener dinero. Consideramos rico aquel que cuenta con
una fortuna que representa más de lo que necesita, mientras que pobre es aquel
que no puede sobrevivir con lo que tiene. De esta forma existen en nuestra
sociedad actual una “clase media” que tiene para vivir, sin llegar a la exuberancia.
Así, en nuestro concepto de la sociedad,
el trabajo no es algo directamente relacionado con ser rico, ya que el ser rico
no implica no tener que trabajar. Sin embargo, Esto no pasaba en la Antigua
Grecia, donde era común que el rico era precisamente él que no trabajaba. Así,
la necesidad de tener un trabajo era lo que definía esas categorías social. Es
importante señalar como para los griegos el tener un trabajo suponía depender
de otro y por lo tanto no se te consideraba totalmente libre. De esta forma si
alguien necesitaba trabajar esperaría hacerlo bajo su propio mandato, ya que si
no tenías obligatoriamente que depender de alguien, es decir, estar sujeto a
ese alguien. Así, la sociedad griega se presenta en un primer momento como una
sociedad en la que la gran mayoría eran pobres. Esto no quiere decir que la
población estuviese fundamentalmente formada por personas de escasos ingresos,
sino por personas que necesitaban trabajar. Se distinguía así también entre
aquellos que no poseían nada y vivían de la mendicidad y, los que necesitaban
trabajar. Podríamos considerar así la existencia de una especie de “clase
media” que trabajaba y gracias a ello podía vivir, aunque en ese momento no fuese
considerada como tal. Esta división entre ricos y pobres entrañaba además una
serie de cualidades morales asociadas a cada “clase social”. Para un griego, ser
pobre era equivalente a ser infeliz, lo que venía de la mano de una dudosa
moralidad en la que en muchas ocasiones se consideraba al pobre como alguien
corrompido y con escasas virtudes. Por otro lado, las personas ricas son aquellas
que tienen la posibilidad de ser virtuosos, es decir, de desarrollar unas
ciertas cualidades morales. Precisamente este será motivo por el que las
magistraturas y el poder disfrutar de todos los derechos, serán cosas
reservadas a las aristocracias. De tal manera que esa total posesión de los
derechos de ciudadanía sería algo reservado para los terratenientes, para
aquellas personas que viven del trabajo de los “pobres”.
Se hace necesario hablar
ahora de la ciudanía, y sobre quiénes eran los que podían ostentar ese título. Por norma general solo eran ciudadanos los
varones mayores de 18 años. A partir de esa premisa inicial hay que introducir
una serie de variables que ocasionaban que el pertenecer a una poleis fuese algo muy limitado. Esas
limitaciones no respondían sólo al estatus social o económico, sino también al
sexo. Las mujeres y los extranjeros no eran considerados ciudadanos, pero los
últimos podían intentar conseguir la ciudadanía a través de alianzas
matrimoniales con la aristocracia o la compra de tierras. Hay que destacar que
incluso los ciudadanos libres de una poleis,
tenían acceso a diferentes niveles en los derechos, y solo los aristócratas
disfrutaban de todos los derechos ciudadanos. El mayor de los derechos era
desempeñar una magistratura y esto estaba solo al alcance de unos pocos. Sin embargo, el resto de ciudadanos sí que
podía participar de forma activa en las asambleas, pero no podía acceder a los
cargos públicos.
La
existencia de estas diferentes categorías se refleja en diferentes facetas de
la sociedad, como es el acceso al cuerpo militar. Aunque este no estaba
directamente vetado a los de las “clases” más pobres, el hecho de que el propio
soldado tuviese que pagarse el armamento limitaba de por sí ese acceso. De esta
forma se aprecia con claridad como existía una falta de igualdad de los
ciudadanos ante la ley y la política, y de cómo no existía isonomía entre la población.
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