En los últimos meses la independencia catalana ha sido el tema central de todas las tertulias políticas y en muchos casos ha sido comparada con el referendum de independencia celebrado en Escocia el pasado año. Pero, ¿qué motivaciones históricas esconde realmente el independentismo escocés?
batalla de Culloden re |
Olvidemos por un momento a
William Wallace y a Mel Gibson gritando libertad y centremos nuestra atención
algunos siglos más tarde. Si bien tradicionalmente se ha denominado “guerras de
independencia” al enfrentamiento entre escoceses e ingleses en los siglos XIII
y XIV, esta denominación genera cierta confusión entre quienes no están
habituados a la terminología histórica. Además la victoria escocesa garantizó
su independencia política y jurídica con respecto de Inglaterra durante varios
siglos.
Debemos remontarnos al siglo XVII
para entender la situación histórica que provocó el enfrentamiento entre
Escocia e Inglaterra y las raíces sobre las que se construirá el
independentismo escocés. Curiosamente, en 1603 fue Inglaterra y no Escocia
quién recayó en las manos de un monarca del reino vecino Jacobo Estuardo, I de
Inglaterra y VI de Escocia. Esta unión será similar a la desarrollada por los
Reyes Católicos en la Península Ibérica, cada reino mantendrá sus leyes, sus
costumbres y sus instituciones. A pesar de los intentos por parte de la
monarquía de unificar el gobierno de ambos territorios no se logrará una
cohesión cultural y social plena, fundamentalmente por dos motivos: en primer
lugar la mayoría de la población escocesa era católica frente al anglicanismo
inglés y en segundo lugar, Escocia estaba estructurada sobre una base clanica,
en la que primaban los lazos de sangre y las antiguas alianzas, frente a una
estructura más burocratizada en el caso inglés.
Durante casi un siglo los reinos
se mantuvieron unidos bajo el gobierno de la casa Estuardo hasta que en 1689 la
Revolución Gloriosa derrocó a Jacobo II y los Estuardo fueron sustituidos en el
trono británico por Guillermo de Orange. Este cambio dinástico generó un
movimiento político que tendrá gran importancia en las décadas posteriores, el jacobismo.
Los jacobitas se mantendrán muy activos durante toda la primera mitad del siglo
XVIII iniciando varias revueltas con la intención de devolver el trono a la
familia Estuardo y reinstaurar el catolicismo en el Reino Unido.
Las primeras tentativas de este
grupo estuvieron encabezadas por el propio Jacobo II tras su expulsión tuvo que abandonar Inglaterra buscó entre sus partidarios irlandeses el apoyo necesario
para recuperar el trono. A pesar de sus esfuerzos la Guerra Guillermita de
Irlanda no tuvo éxito y los jacobitas fueron derrotados apenas un año más
tarde, en 1690, en la Batalla de Boyne, tras la victoria de Guillermo de
Orange, Jacobo II huyó a Francia perdiendo gran parte del apoyo irlandés.
A pesar de la derrota el
movimiento jacobita se hizo popular rápidamente y logró incluir a un gran
número de nobles escoceses, la mayoría de ellos pertenecientes a los clanes de
las highlands. Serán estos grupos los que mantengan vivo el espíritu jacobita
en las décadas siguientes y los impulsores del sentimiento nacional y la
defensa de las tradiciones y costumbres escocesas. Fue precisamente la
violación de una de estas tradiciones lo que llevó a que el movimiento se
consolidara y se hiciera, si no mayoritario, mucho más notorio en Escocia. Poco
después de la derrota de Boyne, los jefes de los clanes fueron invitados a
firmar un documento por el cual reconocían a Guillermo de Orange como soberano.
Sin embargo, Jacobo II tardó demasiado en autorizar la firma de este juramento
y algunos clanes fueron incapaces de cumplir el acuerdo. El 13 de febrero de
1682 varios líderes del clan MacDonald de Glencoe fueron asesinados por sus
huéspedes tras haber aceptado su hospitalidad.
Si bien es cierto que la muerte
de los MacDonald puede parecer un incidente menor dentro de un conflicto de
grandes proporciones como es el jacobismo, lo cierto es que se convirtió en
todo un símbolo del independentismo escocés. La Masacre de Glencoe por lo que
enervó los ánimos de los escoceses y generó un gran crecimiento del movimiento
entre los líderes de los clanes, especialmente en las highlands dónde
rápidamente el jacobismo se convirtió en el movimiento mayoritario.
Los enfrentamientos se
intensificaron a partir de 1707 cuando Escocia e Inglaterra decidieron firmar el
Acta de Unión, un documento que cumplía un doble propósito, alejar a los
Estuardo, católicos, del trono del Reino Unido y regular la situación
económica, política y social de ambos reinos. En 1715 estalló el primer
levantamiento encabezado por Jacobo Francisco Eduardo Estuardo, más conocido
como Jacobo III. Los escoceses lograron tomar Perth y el traslado del
pretendiente a tierras escocesas, sin embargo sus apoyos eran muy minoritarios
fuera de las highlands y las tropas británicas de la Casa Hannover fueron muy
superiores en el campo de batalla. Apenas un año más tarde Jacobo III huyó de
nuevo a Francia obligando a sus partidarios a rendirse ante Inglaterra.
El segundo levantamiento
jacobita, y el menos conocido, estalló en 1719 gracias al apoyo español. En
1713, tras la Guerra de Sucesión Felipe V se convirtió en rey de España. Poco
después Jacobo III pidió ayuda a su primo Felipe V para iniciar una nueva
revuelta orquestada por los jacobitas galeses y escoceses. Sin embargo la
climatología impidió que la mayor parte del contingente llegase a tiempo y las
tropas hispano-escocesas fueron derrotadas en la Batalla de Glenshiel el 10 de
junio de 1719.
Habrá que esperar un cuarto de
siglo para que se produzca el último y más dramático de los levantamientos
jacobitas, el de 1745. Durante las dos décadas que siguieron a la derrota de
Glenshiel las tropas inglesas habían intensificado su presencia en territorio
escocés tanto física como económica lo que había intensificado aún más los ánimos
jacobitas. Con un nuevo pretendiente al trono, Carlos Eduardo Estuardo, a quién
apodaban el Bonnie Prince Charlie, y
con el apoyo verbal del monarca francés, los escoceses iniciaron un largo
proceso de recaudación de fondos para el traslado del pretendiente y la
organización de un nuevo levantamiento, más numeroso y con mayores pretensiones
que los anteriores. Tras una larga espera en septiembre de 1745 el Bonnie Prince alcanzó la costa escocesa
e inicio su revuelta logrando una gran victoria para el bando escocés en la
Batalla de Prestonpans del 21 de septiembre, rápidamente se hizo con el control
de gran parte de la actual Escocia llegando incluso a ocupar Edimburgo.
Sin embargo la ambición del joven
pretendiente era aún mayor, engrandecido por su rápida victoria inició la
invasión de Inglaterra apenas un mes después. En noviembre atravesó Manchester
llegando a ocupar Derby y amenazando incluso la capital del reino. Los jacobitas
apenas encontraron resistencia, sin embargo la población civil era contraria a
una restauración católica y el cansancio, el tiempo y la falta de apoyos
permitió a las tropas inglesas reagruparse bajo el mando del duque de
Cumberland, conocido como el Carnidero. Las tropas francesas se retrasaban y
los jacobitas cada vez contaban con menos de recursos, con el invierno
acercándose peligrosamente y la amenaza inglesa pendiente sobre sus cabezas los
escoceses decidieron replegarse de vuelta a Escocia.
Aprovechando la cada vez más
evidente debilidad del ejército escocés el duque de Cumberland avanzó hacia
territorio escocés, reorganizó a sus tropas y se preparó para un gran
enfrentamiento. Por su parte los escoceses se debilitaron aún más en batallas
menores en los meses siguientes, fracasando en la toma del castillo de Stirling
y de Fort William. Finalmente ambos ejércitos se encontraron el 16 de abril de
1746 en el campo de Culloden. La derrota del ejército escocés fue absolutamente
dramática, no sólo militarmente, si no también política y socialmente.
La Batalla de Culloden supuso el
fin de la vida de la población escocesa tal y como se había conocido hasta la
fecha. Tras su victoria los ingleses tomaron el control absoluto de las
instituciones escocesas, prohibieron el catolicismo, condenaron el
mantenimiento de las tradiciones y las costumbres propias de las highlands,
incluyendo el uso del kilt, y destruyeron la estructura clanica.
Fue la dura represión inglesa, la
prohibición y la ruptura del modo de vida escocés lo que provocó que el
sentimiento independentista y la defensa de las tradiciones se hiciera aún más
fuerte, aunque clandestina, en las décadas posteriores. Y fue con la ayuda del romanticismo
escocés en el siglo XIX cuando se mitificó aún más estos acontecimientos y
personajes convirtiéndoles en los principales símbolos históricos del
independentismo escocés tal y como lo conocemos actualmente.
Como siempre, un artículo muy interesante.
ResponderEliminarDejando a un lado Hollyhood y esas películas de poco rigor histórico, este relato siembra la semilla de la curiosidad en temas tan cercanos y actuales como el de la independencia (aunque nada tenga que ver el que vivimos ahora).