lunes, 18 de abril de 2016

La Batalla de Culloden: el fin de la vida en las highlands

Many's the lad fought on that day,
Well the Claymore could wield,
When the night came, silently lay,
Dead in Culloden's field.
Burned are their homes, exile and death,
Scatter the loyal men,
Yet ere the sword cool in the sheath,
Charlie will come again.
Skye Boat Song


Hace 270 el mundo de las highlands escocesas sucumbía bajo el poder del ejército inglés. La forma de vida, que había prosperado durante siglos en los antiguos páramos y majestuosos castillos, se derrumbaba sin remedio por la excesiva ambición de un joven príncipe. Ya comentamos anteriormente a grandes rasgos el desarrollo de los levantamientos jacobitas, pero es hora de centrarnos de manera particular en el último de ellos, el levantamiento de 1745.

La pérdida de la corona por parte de la dinastía Estuardo conllevo varias rebeliones armadas que trataron, sin éxito, de devolver al trono al monarca católico. La muerte de Jacobo II en 1701 no puso fin a los levantamientos sino que, al igual que ocurrió con las fuerzas carlistas, los jacobitas no se rindieron y continuaron reclamando la vuelta de sus sucesores al trono. En 1745 le tocó el turno al joven Carlos Eduardo Estuardo, más conocido como el Bonnie Prince Charles, nieto de Jacobo II e hijo del pretendiente de 1715, Jacobo III. Nacido en el exilio, a sus veinticinco años cuando estalló la rebelión nunca había pisado tierras británicas. Criado en Roma y Bolonia bajo la protección del papa Clemente XI se educó en el más ferviente catolicismo y en la necesidad de librar a su pueblo de la amenaza protestante.

Sus aspiraciones regias le llevaron en 1744 a visitar París e instalarse en la corte de Luis XV, su intención era lograr el apoyo francés para lograr conquistar el trono. Su primo, sin embargo, no estaba dispuesto a ser especialmente generoso, si bien por su relación familiar se vio obligado a otorgarle algunas cantidades de dinero y la promesa de enviar tropas cuando estallara el conflicto, estas fueron casi insignificantes si tenemos en cuenta que el joven aspirante esperaba entrar en Inglaterra con el respaldo del ejército francés a sus órdenes. A pesar de su precaria situación el joven príncipe decidió cruzar Calais en julio 1745, buscar el apoyo de los clanes escoceses e iniciar un nuevo levantamiento.

Los primeros meses de su rebelión fueron todo un éxito, logró sin apenas problemas hacerse con el control de las highlands y las zonas rurales en torno a Edimburgo. En septiembre de ese mismo año se decidió avanzar hacia la ciudad y tras una gran victoria militar. La Batalla de Prestonpans, en la que los escoceses habían logrado imponerse al temible ejército británico con una táctica inesperada, atacaron en medio de la noche con tropas, a priori, menos experimentadas y con un armamento más precario, su victoria fue aclamada y alzó la moral de las tropas lo que les llevó a avanzar rápidamente hacia territorio inglés. Todo parecía posible en aquel momento, se conquistaron algunas plazas fuertes al norte de la propia Inglaterra sin apenas esfuerzo, como Carlisle o Manchester, y se adentró profundamente en territorio inglés, acercándose peligrosamente a la propia Londres.

El joven pretendiente encontró un apoyo social menor de lo esperado en su acercamiento a la capital inglesa y eso le llevó a dudar si debía o no conquistarla. El prometido apoyo francés no acababa de llegar, mientras el General George Wade y el Duque de Cumberland, defendían la ciudad con una milicia aún sin entrenar. Para mejorar sus posibilidades los ingleses hicieron llegar un falso informe sobre la existencia de otro brazo armado del ejército que amenazaba con cercarles por el norte. La duda del Bonnie Prince meses más tarde se demostró fatal. La cercanía del invierno y la imposibilidad de combatir bajo ese clima le obligó a retrasar sus filas hasta Glasgow en diciembre y en tras una nueva victoria en los alrededores de Falkirk se decidieron a pasar allí, a duras penas, la fría estación.

Cuando el clima permitió combatir de nuevo las tropas escocesas estaban exhaustas, hambrientas y desmoralizadas después de varios meses de inactividad, lejos de sus familias y hogares. Las tropas de highlanders tenían un armamento precario, pocos de ellos portaban espada y las armas de fuego eran aún menos numerosas, los demás debieron armarse de forma improvisada con lo que su labor en el campo les permitía, mientras que las tropas inglesas estaban bien alimentadas, armadas y pertrechadas para el combate. A pesar de sus esfuerzos las tropas jacobitas perdieron varios enfrentamientos y tuvieron que retirarse hacia el norte, fracasando en la captura de plazas tan simbólicas como el castillo de Stirling o Fort William.

En abril de 1746 la situación era insostenible, las tropas escocesas se encontraban al borde de la extenuación, mientras que el ejército de Cumberland se acercaba rápida y violentamente. El 14 de abril se vieron obligados a tomar la decisión de enfrentarse a toda la fuerza del ejército británico o rendirse y esperar clemencia. El Bonnie Prince decidió quemar su último cartucho y tomar el mando de sus tropas en una nueva batalla a campo abierto  en el páramo de Culloden. En el amanecer del 16 de abril se inició la tragedia. El Duque de Cumberland, al que sus acciones aquel día le valdrían el apodo del Carnicero, ordenó arrasar a las tropas de las highlands a las que superaban al menos tres veces en número. 

En apenas una hora Cumberland acabó con toda una forma de vida, con sus tradiciones, con su cultura. Masacró sin consideración al menos a 1.250 highlanders, hirió a otros mil e hizo prisioneros al menos a 500 más y a cambio recibió apenas medio centenar de muertos en sus filas. Una vez concluida la batalla ordenó ejecutar a todos los jacobitas heridos y prisioneros con la intención de sentar un precedente que evitar futuros levantamientos. Únicamente los líderes de los clanes sobrevivieron, aunque de manera efímera, puesto que fueron juzgados y ejecutados posteriormente. Sólo un pequeño grupo logró huir del campo de batalla y llevarse con ellos al fracasado pretendiente hasta la isla de Skye. Carlos logró finalmente huir de Escocia y refugiarse en Francia, según cuenta la leyenda, haciéndose pasar por la doncella de Flora MacDonald, una adinerada dama favorable a la causa jacobita perteneciente a la familiar que le había alojado en Skye. 

Los simpatizantes jacobitas, los combatientes huidos y prácticamente cualquier habitante de las highlands que hubiera alzado la voz alguna vez en favor de la causa fueron encarcelados tras la batalla de Culloden, la mayoría de ellos acabaron siendo esclavizados y enviados a las colonias, los demás estuvieron encarcelados durante varios años o desaparecieron sin dejar rastro. Pero el castigo por desafiar a Inglaterra no acabó ahí. El rey dictó varias leyes que acabarían definitivamente con la forma de vida de las highlands. Se destruyó el sistema de clanes y su estructura feudal, se prohibió el el uso del kilt, el tartán y cualquier otra prenda que pudiera resultar representativa de las highlands, incluyendo las gaitas que se consideraron armas de guerra. Se prohibió la religión católica y la episcopaliana, se controló y acosó a la población durante años, mediante la construcción de nuevos cuarteles y se enviaron más efectivos a la zona para evitar revueltas y controlar el terreno. En definitiva, se quemaron hasta las raíces de una cultura que había sobrevivido en Escocia durante siglos.


Quizás Carlos debió haber frenado su ambición tras tomar Edimburgo, quizás debió tomar Londres. Las tropas francesas debieron haber llegado antes o haberle acompañado. Quizás la excesiva ambición del joven príncipe fue precisamente su perdición, pero también había sido educado precisamente para llevar a cabo esa misión. ¿Debemos culpar al Bonnie Prince por sus decisiones? ¿a sus consejeros? ¿a los ingleses por su castigo desproporcionado? En una guerra es difícil, y absurdo, buscar culpables. Nunca sabremos que pudo pasar si las circunstancias hubieran sido otras, lo único que sabemos es que Culloden se convirtió en la batalla más trágica y dolorosa para el corazón de Escocia y destruyó su forma de vida tal y como la habían conocido. Por eso, hoy, 270 años después, es hora de dar un pequeño homenaje a aquellos hombres que murieron por defender su tierra, su cultura y sus tradiciones. 

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3 comentarios:

  1. A vosotros por seguirnos fielmente!!
    Si queréis algún tema específico solo tenéis que pedirlo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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