lunes, 4 de abril de 2016

Respuestas a la crisis del liberalismo (I): el comunismo soviético

Después de la Primera Guerra Mundial y durante el periodo de entreguerras se extendió por Europa la idea de que el modelo político propuesto por el liberalismo había fracasado y que era necesario buscar un nuevo paradigma que permitiera romper con su estela y evitar el estallido de un conflicto de proporciones similares a la Gran Guerra. A grandes rasgos aparecieron tres nuevos proyectos, el comunismo ruso, el fascismo y sus derivaciones; y la socialdemocracia. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que todos ellos fracasaron en su intento por evitar un nuevo enfrentamiento mundial y culminaron con la guerra más cruenta de la historia del planeta, la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión hablaremos del primero de ellos, al menos en orden cronológico, la respuesta comunista y su plasmación práctica a través de la Revolución rusa y la creación del estado soviético.



Después de más de medio siglo aquel fantasma del comunismo, que Karl Marx había anunciado en 1848 cuando publicó su Manifiesto Comunista, se extendía por la parte menos europea de Europa, el gran imperio zarista. El triunfo de la revolución bolchevique en Rusia llevó a los comunistas a intentar exportar el comunismo más allá de sus fronteras, pero aunque tienen éxito en países como Ucrania o Bielorrusia, el modelo revolucionario fracasó en otros como Hungría o Alemania. Por este motivo en 1919 se convoca la III Internacional, con la intención de construir un proyecto político comunista que pueda imponerse en todo el mundo. Se crearon a partir de este momento los diferentes Partidos Comunistas que tendrán la labor de propagar el comunismo, rechazando las ideas conservadoras del socialismo reformista y aceptando la organización del partido siguiendo el modelo ruso basado en el centralismo democrático y en la militancia. La pertenencia al Partido se convertirá en un factor de organización social y en una ocupación a tiempo completo. A pesar de las diferencias de fuerza y convocatoria de los diferentes partidos comunistas todos se caracterizaran por su disciplina y su implicación política. 

En febrero de 1917 se derrocó el modelo zarista y se implantó un gobierno provisional. Durante este periodo de transición el partido bolchevique, liderado por Lenin, se convirtió en el eco de las reivindicaciones sociales. En octubre la situación era ya incontrolable, el descontento social con el gobierno provisional y la división entre socialrevolucionarios, mencheviques y bolcheviques era cada vez más profunda por lo que Lenin y Trostki decidieron organizar una insurrección para la noche del 24 al 25 de octubre (según el calendario juliano). La toma del Palacio de Invierno supuso el culmen del levantamiento y el establecimiento de un gobierno liderado por los bolcheviques. Lenin afirmó que si bien habían invitado a los mencheviques y socialrevolucionarios a compartir con ellos el poder, estos habían abandonado el Congreso. En enero del año siguiente sus opositores convocaron una Asamblea general, sin embargo los bolcheviques clausuraron este acto al considerar que era ilegal. En julio se formalizó la creación de la República Federal Socialista Soviética Rusa a la que rápidamente se adscribirán otras Repúblicas Socialistas en las que también había triunfado la revolución, como Ucrania y Bielorrusia y fundan definitivamente en 1922 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en las que el único partido existente es el Partido Comunista. 

El Partido basa su organización en el llamado centralismo democrático, según este principio las decisiones internas se decidirán de forma democrática pero una vez tomadas todos los miembros del partido están obligados a cumplir con ellas. En cuanto a la organización estructural se trata de una república federal, el gobierno reside sobre el Soviet Supremo que elige al presidente de la URSS y este a sus diferentes ministros. El frente del Partido estaba el Comite Central que delega sus poderes en un secretario general que a su vez elige al Politburo. Ambos organismos se encargan de la organización y el gobierno de la Unión Soviética. 

Durante la época estalinista era el propio secretario general el encargado de la toma de decisiones. El crecimiento del partido en número obligó a crear una serie de mecanismos de control que pronto se tornaron censitarios. La militancia era un elemento de diferenciación social, pero también una posición de especial control por parte del gobierno. El debate que había sido el centro de la organización del partido durante la época lenista se reduce drásticamente tras el alzamiento de Stalin y se tiende hacia la burocratización del Partido y la represión violenta de la disidencia. El medio para el control del partido y la sociedad rusa será la creación de una policía política, la Comisión Extraordinaria Panrusa contra la Contrarevolución, la Especulación y el Abuso del poder, conocida como la CHEKA, que aumentara considerablemente sus poderes durante la época stalinista y se centrará en purgar a los disidentes internos. Desde el punto de vista militar Trostky será el responsable de liderar el Ejército Rojo, una fuerza militar ideológicamente contrastada encargada de defender y extender el comunismo por el mundo. 

En cuanto a la organización económica, el primer paso para la construcción de un modelo político comunista se dará en 1917, tras la revolución, los bolcheviques tuvieron que determinar cómo sería la nueva organización estatal. La situación de inestabilidad social, la guerra civil y el retraso de la industrialización del país pusieron en serias dificultades a sus nuevos dirigentes. Basándose en los presupuestos marxistas determinaron que el Estado debía controlar la vida económica, para ello crearon planes de regulación económica que imponían determinadas cuotas de producción y consumo. Se procuró eliminar la influencia del libre mercado como regulador de la oferta y la demanda y sustituirlo por la organización estatalizada y el reparto equitativo, que no igualitario, de la riqueza. Además se procedió a organizar y reagrupar las empresas capitalistas en asociaciones o cooperativas bajo la supervisión estatal, controlando así los medios de producción. El proceso fue paulatino y durante una década no pudo implementarse de manera completa. Sólo será a partir de 1927 cuando se logre poner en marcha el primer plan quinquenal que pretendía asegurar las necesidades colectivas y acabar definitivamente con la injusticia social que había propiciado el capitalismo. 

Durante años la Unión Soviética tuvo que enfrentarse a los problemas derivados de las carencias industriales y la baja productividad. Para ello centró sus esfuerzos en aumentar la tasa de crecimiento económico e invirtió en la industrilización del país, una industrialización generalizada que se sostenía a través de la exportación del excedente agrícola que le permitía comprar maquinaria extranjera para aumentar su productividad. Desde el punto de vista económico debemos considerar que los tres primeros planes quinquenales fueron todo un éxito y permitieron a la Unión Soviética alcanzar un nivel semejante al de las demás potencias europeas y rápidamente convertirse en una de las grandes potencias industriales del mundo. Además el modelo comunista no sufrió las consecuencias de la crisis del 29, lo que le convirtió en el símbolo del fracaso del capitalismo y en un modelo a seguir. Durante los años treinta y hasta el estallido de la Guerra Mundial toda Europa se había visto sumida en una profunda crisis económica con altas tasas de empobrecimiento social y de paro, mientras que Rusia había crecido exponencialmente.

Pero este crecimiento económico tuvo altos costes sociales, se decidió invertir en mejorar los medios de producción y la industrialización del país en lugar de mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, se renunció a la construcción de infraestructuras urbanas y al incremento de los bienes de consumo. A pesar de los intentos del régimen por revertir esta situación ante la mejora económica el estallido de la guerra generó una necesidad industrial aún mayor, la producción bélica por lo que fueron necesarios mayores sacrificios. Sin embargo, a pesar de estos problemas lo cierto es que el éxito económico e industrial del modelo ruso sirvió para impulsar la creación de diferentes partidos comunistas de carácter nacional en toda Europa. 

El modelo comunista, aunque surgido a mediados del siglo XIX, no logró una plasmación práctica hasta la creación de la Unión Soviética, como respuesta a la crisis del liberalismo. Se convirtió en un movimiento político muy popular, especialmente en los países más afectados por la crisis económica del 29 y después de la II Guerra Mundial se alzará como el único movimiento capaz de oponerse al capitalismo y disputar su poder, tras la derrota del fascismo y el nacional socialismo. La pugna entre el comunismo y el capitalismo dará lugar a otro enfrentamiento inmediatamente posterior al conflicto mundial, la llamada Guerra Fría, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos que culminará con la caída de la URSS entre 1989 y 1991. 

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