Además del comunismo, del que
hablamos hace algunas semanas, existieron otros movimientos políticos
que buscaban responder a la crisis del liberalismo provocada por la
Gran Guerra y plantear alternativas para el gobierno de las naciones
europeas. En esta ocasión hablaremos de los movimientos de extrema
derecha que surgirán entre los años 20 y 30. Si bien estos
movimientos se pueden agrupar en el espectro del extrema derecha y
son, habitualmente, reconocidos como regímenes fascistas, lo cierto
es que no todos pueden denominarse “fascismos”. Sin embargo,
comparten una serie de características similares. Todos se
presentaron como una tercera vía entre capitalismo y socialismo;
combinaban un fuerte control estatal de la economía con el respeto a
la propiedad privada.
Estos movimientos esencialmente
europeos compartieron algunas de sus características con regímenes
políticos como el periodo Showa en Japón, el Estado Novo de Getulio
Vargas y de forma más limitada la dictadura de Juan Domingo Perón
en Argentina. La naturaleza de estos movimientos y de los regímenes
dictatoriales ha sido muy discutida, parece que hay un cierto
consenso en que todas las formas de gobierno autoritario del periodo
estuvieron influidas en mayor o menor medida por el fascismo italiano
hasta el punto de que el periodo de entreguerras puede definirse como
la época del fascismo.
Existe una cierta polémica entre
los historiadores que defienden el fascismo en un sentido genérico
como término para definir todos estos regímenes que comparten
elementos comunes y los autores que son más partidarios de
diferenciar entre los movimientos considerándoles excepcionales y
denominando fascista únicamente al fascismo italiano, máximo
representante de estos movimientos. Estos investigadores consideran
que el resto de movimientos copian o toman elementos del fascismo
italiano, pero que es necesario recordar que no se presentan a sí
mismos como “fascistas”, algo que si ocurría con el comunismo.
Otra de las diferencias fundamentales entre estos programas será la
relación con la religión, tanto el fascismo como el nazismo tienen
un sentido puramente a-religioso, mientras que los demás casos
podrían enmarcarse en el llamado nacionalismo católico. También se
tiene en cuenta que sólo en Alemania e Italia estos programas
alcanzaron el poder de forma directa, mientras que en las demás
regiones el poder adopta algunos de los presupuestos y premisas
planteadas por los partidos de corte fascista.
En cuanto a los orígenes
ideológicos es necesario recordar que el fascismo no existe como
tal, no tiene una fuente de principios unánimemente aceptados, ni un
autor o manifiesto común, ni una trayectoria ideológica que le
sirva como base. Los propios fascistas italianos negaban tener una
ideología propia, preferían hablar de hechos, no de ideas. Por ello
es la acción política y no la doctrina lo que les caracteriza, su
experiencia en el poder fue generando una serie de principios que
marcaron el devenir de los demás regímenes de este tipo, pero sin
lograr nunca una doctrina unificada. En realidad el fascismo se
distingue más por su rechazo a una serie de principios que por su
defensa de los mismos: antimarxista, antiliberal, anticapitalista. En
resumen, rechazaba todos los modelos políticos conocidos en el
periodo de entreguerrras y se presentaba como una ideología novedosa
cuya misión era imponerse a las ideologías fracasadas imperantes.
Algunos autores han encontrado ciertas influencias que podrían considerarse antecedentes del fascismo, relacionadas con el nacionalismo romántico y los fuertes nacionalismos políticos surgidos en estos mismos países, Italia y Alemania, en el siglo XIX. También se caracterizan por el rechazo a las visiones religiosas de la vida política, buscan una forma de trascendencia atea que convierta el fascismo en una religión política, en la que la nación y la propseridad nacional representen a la divinidad. En este sentido el ejemplo más claro que encontramos es la pretensión de eternidad que planteaban los nazis con su proyecto de un reich que durara mil años. El líder del movimiento y la nación se convierten en símbolos sacralizados a razón de profeta/mesias y Dios eterno.
A parte de las tres negaciones el
fascismo comparte algunos rasgos “en positivo”: un nacionalismo
exacerbado, llevado a las últimas consecuencias. Este nacionalismo
se caracteriza por su mirada hacia el futuro, a diferencia de los
modelos nacionales “históricos”, el fascismo busca la proyección
de la nación hacia el futuro a través de la guerra y la
implantación de un modelo imperialista.
En segundo lugar el fascismo se
fundamenta en la omnipotencia del Estado como rector de toda la vida
de la nación. Mussolini declaró que todo debía estar dentro del
Estado y nada fuera, todo lo que quede fuera se entiende como
oposición y debe eliminarse. Este planteamiento ha llevado a
considerar el fascismo como un movimiento totalitario. Los fascistas
no toleraban la separación de poderes, ni de clases y señalaban que
los derechos individuales debían estar subordinados a la razón de
Estado, incluido el propio derecho a la vida, de ahí que el régimen
hitleriano se permitiera la ejecución directa de cualquier persona
siempre que la orden viniera de parte del führer. Este totalitarismo
justificó el control pleno del mercado laboral a través del
coorporativismo estatal, la organización de la vida laboral
alrededor de corporaciones oficiales por ramas y actividades en las
que se hace obligatoria la entrada de todos los adscritos a la rama.
Otra característica es el elitismo,
el fascismo niega el principio liberal y marxista de la igualdad, y
afirma que los fuertes tienen el derecho natural a imponerse sobre
los débiles. Por razones análogas creían que solo una minoría era
capaz de gobernar y liderar. Desprecian todo el aparato
institucional de la democracia, la asamblea, porque pone en el mismo
plano a personas con diversas capacidades. En ocasiones este elitismo
se extiende a las cuestiones raciales y se establece una dialéctica
de raza que es especialmente evidente en el caso nacional socialista.
El fascismo italiano defendía un presupuesto elitista basado en la
cultura, lo mismo ocurre en España con el falangismo que se define
antisemita y antimasónico pero que no establece una visión de
superioridad biológica de la raza hispánica.
En razón a este elitismo defienden
el caudillaje como jerarquía, la subordinación del movimiento a un
líder carismático llamado a regir el destino de la nación. El duce
en Italia, el fürher en Alemania o el caudillo en España. Todos
ellos son personajes que se consideran constructores de la ley
nacional y, por tanto, por encima de ella. Esta visión generó un
culto sistemático al líder que se concretó en grandes obras
monumentales o cinematográficas, la Via de la Conziliazione en
Italia, el Valle de los Caidos en España o el Triunfo de la Voluntad
para el caso alemán.
Su concepción de negación de otras
identidades consideradas aberraciones políticas contra el interés
general les llevó a establecer una visión totalmente maniquea del
mundo en la que se establece una distinción muy clara entre
“nosotros” y los “otros”, el enemigo estará representado por
cualquier grupo no fascista: capitalistas, liberales, comunistas,
extranjeros, judíos, masones, etc.
Para combatir a este enemigo
defienden la violencia como arma política, todos estos movimientos
han empleado en mayor medida la violencia, ya sea institucional o
civil. El fascismo considera que la violencia es un elemento
terapéutico que sana la nación, permite que la sociedad se
desprenda de los elementos débiles. Los partidos fascistas son
partidos de movilización masiva, snecesitan la movilización de las
masas detrás de su proyecto, sólo pueden avanzar a través del
apoyo de grupos de población muy amplios. Esto es lo que, según
algunos autores, conduce a un proceso de radicalización constante,
el fascismo tiene que situar nuevos objetivos en la agenda pública
para mantener sus apoyos.
En definitiva, el fascismo triunfó
en Europa durante más de dos décadas gracias a un programa basado
en la acción directa y la protección nacional. Tuvieron gran éxito
entre la población que aprobaba tácitamente sus políticas
iniciales, sólo la radicalización de estos movimientos y el
estallido de la Segunda Guerra Mundial llevó a su fracaso y
expulsión de las instituciones alemanas e italianas y
posteriormente, el triunfo de la socialdemocracia y las transiciones
democráticas sufridas en países como España o Portugal pusieron
fin a los diferentes fascismos supervivientes.
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Buen artículo y buena redacción, pero discrepo sobre el excesivo uso del término "fascismo".
ResponderEliminarCierto es que las dictaduras de la época que arriba se menciona pueden tener un perfil muy parecido al inventado por Mussolini, pero eso no las convierte en movimientos fascistas. El sentido totalitario, por ejemplo, no es por dicha ideología, sino por el propio efecto de dictadura europea.
Con esto quiero decir que llamar fascistas a todos los movimientos de la época me parece un poco ambiguo, aunque su uso esté muy extendido. Muchos movimientos posteriores al 36 tienen algunos puntos del fascismo, pero también tienen símiles con otras dictaduras anteriores, como la de Primo de Ribera en el 23.
Saludos!
Toro