La crisis de la Unión es un hecho central en la historia medieval valenciana, que marcó un antes y un después en la composición de su élite ciudadana, la más implicada en el conflicto.
La
causa original del la guerra, que tuvo lugar entre marzo de 1347 y diciembre de 1348, fue la oposición
entre el modelo pactista, tradicional de
la Corona de Aragón, y el cesarista, que Pere IV estaba intentando desarrollar
en sus reinos. El modelo pactista, reflejado en los fueros que establecían la
legalidad en Valencia, obligaba de facto al rey a doblegarse a las demandas de
las Cortes, al menos si deseaba obtener de nobles y ciudades el dinero y los
apoyos para llevar a cabo sus iniciativas. Por ello, el modelo pactista era
defendido por las ciudades y encarnado por las Cortes, mientras que el
cesarista, que ponía la autoridad monárquica por encima del ordenamiento foral,
era defendido por el consejo real, órgano máximo de la dirección y administración
del estado, el cual estaba formado per nobles cercanos al monarca, así como una
nueva clase de profesionales de la administración, justicia y finanzas, entre
los cuales destacaba el grupo de juristas roselloneses incorporados al consejo
después de la conquista del Reino de Mallorca. Por otro lado, este aumento del
poder monárquico se inscribía en un movimiento común en los monarcas de todos
los países europeos.
Entre
los contrafueros cometidos por Pere y sus representantes hayamos conflictos en
las competencias de los tribunales y jueces locales, cese de cargos municipales,
coacción a mercaderes i cambistas per que realizaran préstamos a la corona… A
esto se unían las exigencias tributarias impuestas por el monarca para
financiar sus empresas militares, como la
conquista de Mallorca y del Rosellón o la represión de las revueltas
sardas, que exasperaban al contribuyente.
El
detonante de la revuelta fue proclamación de la infanta Constança como heredera
al trono en marzo de 1347, sin el consentimiento de les cortes y contra la
costumbre hereditaria de la Corona de Aragón. A principios de mayo, la ciudad
de València convocó a los representantes de los tres estamentos para constituir
una Unión en defensa de los fueros y los privilegios del reino, proclamándose
la Unión el primer día de junio. Desde el mismo mes de junio el movimiento
unionista contó una organización
permanente, con magistraturas civiles
propias; una vez empezada la guerra, tuvo también militares. La
proclamación de dicha Unión no tuvo sin embargo un apoyo general en el reino, y
fue seguida dos semanas después por la constitución de una liga realista, la
Germania o Fraternitat. De hecho, fue un movimiento muy centrado en València, y
la composición social de los unionistas procedía en un 81% del estamento
ciudadano, el más perjudicado por los excesos de los oficiales del rey, así
como de las clases populares, castigadas por la presión fiscal.
En
diciembre se produjeron algunas victorias iniciales de los rebeldes, las cuales
obligaran al rey a intervenir personalmente al frente de un poderoso ejército. El
monarca fracasó en su intento de imponerse a los insurrectos, a causa de las
dificultades que se dieron en el pago a las
tropas (las cuales fueron licenciadas,
mayoritariamente), y del motín de la vila de Morverdre. Pere IV se vio
forzado, por estas razones, a aceptar las reivindicaciones de los unionistas,
siendo conducido a finales de marzo de 1348 a València. La ebullición
popular antimonárquica estalló el 6 de
abril, fecha en la que unas
cuatrocientas personas asaltaron el palacio real, obligando además al rey y la
reina a bailar canciones satíricas.
Mientras
estos hechos ocurría, sin embargo, se preparaba la contraofensiva real, que
contó con la ventaja proporcionada por un hecho casual: la irrupción de la
peste negra en València en mayo de 1348 hizo que, temiendo que se contagiara,
los dirigentes unionistas liberaran al rey. Además, paralelamente había tenido
lugar una Unión aragonesa, pero había fracasado, lo cual avocaba a la rebelión
valenciana al aislamiento. Durante este período, el movimiento se radicalizó,
aumentando la violencia política y siendo ejecutados numerosos realistas. También
se reforzó el poder militar, creándose la figura de un capitán de guerra, que
era un cargo sin precedentes y de poderes excepcionales. Pero este refuerzo del
poder militar fue insuficiente per a contener el avance de les tropas reales,
que comandadas por el propio monarca derrotaron definitivamente a los
unionistas el 8 de diciembre. Dos días después capitulaba la ciudad de
València, a la cual siguieron todas las otras localidades que se habían sumado
a la revuelta.
La
represión fue particularmente dura, teniendo lugar una veintena de ejecuciones
(algunas con tortura previa incluida), multas, y subastas y confiscaciones de
bienes. La derrota marcó, particularmente, un punto de inflexión en lo que se
refiere a la trayectoria de la mayoría de linajes que componían el patriciado
urbano. Tras la guerra de la Unión, familias que tradicionalmente había ocupado
las diferentes magistraturas locales entrarían en decadencia, siendo apartadas
del gobierno municipal. El conflicto terminó formalmente en les cortes
celebradas a comienzos de 1349, en las cuales se abolieron de forma definitiva
las disposiciones redactadas por la Unió, así como las concesiones arrancadas
al monarca.
Pero,
paradójicamente, la victoria del rey no implicó la consolidación del
autoritarismo monárquico, sino antes bien lo contrario. El desgaste financiero
y político que la revuelta infringió a la corona, unido a las empresas de
expansión mediterránea que había
proyectado, obligó a Pere IV a retornar al anterior equilibrio de poder, dado
que le convenía contar un consenso político que no cuestionara sus decisiones,
que no era lo bastante fuerte para imponer. Resurgió de ese modo el modelo pactista
tradicional, que ya no sería abandonado durante más de un siglo y medio.
Faltas de ortografía a tutiplén
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