lunes, 18 de enero de 2016

La monarquía hispanogoda: surgimiento y ocaso del primer reino hispánico.

Ha llegado el momento de arrojar algo de luz sobre un periodo de nuestra historia del que incluso los historiadores tenemos conocimientos limitados, la monarquía hispanogoda o visigoda. Mítica es la lista de los reyes godos que algunos tuvieron que aprender de memoria, pero ¿qué sabemos realmente sobre este pueblo? ¿cómo llegaron a la Península? ¿cuál era su modelo de gobierno? ¿por qué desaparecieron tan rápidamente durante la conquista islámica? Intentaré resumir brevemente la evolución histórica e ideológica de la monarquía hispanogoda durante los más de tres siglos de dominio de Hispania. Unos siglos marcados por las dificultades, la inestabilidad y las grandes reformas sociales y jurídicas.



La debilidad del Imperio Romano permitirá la entrada de los pueblos germanos en su territorio, primero en calidad de mercenarios para combatir las amenazas internas y posteriormente como máximas autoridades en las diferentes provincias. El caso de la Península Ibérica no es diferente, los primeros pueblos germanos en llegar a Hispania serán los suevos, vándalos y alanos, que tras cruzar el Rin en el año 406 viajarán hacia el sur y hacia el este hasta asentarse en Hispania hacia el año 409. Los suevos ocuparán la Galaecia y permanecerán allí hasta mediados del siglo siguiente cuando sean derrotados por los godos. Por su parte vándalos y alanos continuarán su viaje hacia el sur hasta alcanzar la Bética y con el avance de los godos huirán hacia la Mauretania. Por su parte los godos, el pueblo que se hará con el control de la Península Ibérica durante los tres siglos siguientes accederá al control de Hispania a través de un acuerdo de protección de las autoridades romanas frente a los francos. Inicialmente se asentaron en la Aquitania, una provincia situada al sur de Francia, pero la debilidad del imperio y el avance de los francos les harán retroceder hacia el sur de los Pirineos donde lograrán asentarse de manera definitiva, primero como hospites (huéspedes) de las autoridades romanas a cambio de protección y posteriormente como sus sustitutos. Paulo Osorio consideró a este pueblo como el mejor, puesto que eran los únicos que deseaban mantener viva la importancia de la romanidad, sus instituciones y sus formas de vida y alzarse como sus legítimos herederos. Tras la caída del imperio en el año 476 los visigodos se convertirán en la máxima autoridad de Hispania, con la presencia menor de los suevos en el norte. 

Durante el siglo siguiente los bizantinos aprovecharan la debilidad y desorganización de los pueblos germánicos para recuperar parte del imperio perdido, llegando incluso a controlar la mitad oriental de la Península y la elección de los monarcas hispanogodos. A mediados del siglo VI ascenderá al trono Leovigildo que logrará recuperar el poder y la autonomía de los visigodos sobre Hispania. Será el responsable de crear todo un entramado ideológico sobre el que asentar el reino basado en la triple unidad: religiosa, social y territorial. Para ello iniciará una serie de reformas que promulguen la integración de la población goda y romana, expulsará a los bizantinos hacia el sur, reforzará la legitimidad monárquica utilizando la simbología imperial y tratará de imponer el arrianismo como religión oficial del reino. Sin embargo, su propuesta religiosa fallará, será su hijo Recaredo quién logre finalmente la unidad religiosa al convertirse al catolicismo en el año 589, religión mayoritaria entre la población romana. 

Recaredo convocará el III Concilio de Toledo en el año 589 para convertirse al catolicismo y tratará de controlar a la jerarquía religiosa a cambio de una serie de privilegios, el reconocimiento del catolicismo como única religió verdadera, la inviolabilidad de las propiedades eclesiásticas, la independencia jurídica del clero frente a la legislación civil, otorgó amplios poderes jurídicos a los obispos para intervenir en los asuntos legales y fiscales de los laicos y el respeto al derecho canónico. La idea inicial del monarca era controlar los concilios y a través de ellos a las autoridades eclesiásticas y ampliar su control sobre el territorio a través de las sedes episcopales. Para ello, el rey otorgará al concilio autoridad en asuntos jurídicos, sociales y administrativos. 

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Recaredo la situación no será siempre favorable para la monarquía, puesto que progresivamente los eclesiásticos irán ganando poder e imponiéndose sobre el propio monarca. Llegando incluso a dotarse de amplios poderes para el control regio y convirtiéndose en los máximos instrumentos de legitimación de la monarquía, puesto que se convertirán en los responsables de asegurar y aprobar la sucesión al trono, de ratificar las acciones del monarca y de la propia estabilidad de su poder. Se produce entonces un progresivo cambio del modelo de gobierno desde una monarquía de carácter autoritario y personalista hacia una monarquía de tipo conciliar que debía sustentarse sobre la legitimación que le aportaba el concilio. 

El triunfo definitivo el modelo conciliar se dará en el año 653 cuando Recesvinto se vea obligado a convocar el VIII Concilio de Toledo para proponer la creación de un código legal, el Fuero Juzgo, que sirviera como base legal del reino y que estará vigente hasta el siglo XIII cuando Alfonso X redacte sus Siete Partidas. Tras el reinado de su padre, el autoritario Chindasvinto, Recesvinto se vio en la necesidad de reconciliarse con el poder eclesiástico por lo que le otorgó amplias libertades para modificar y reelaborar su obra jurídica. Las autoridades eclesiásticas aprovecharon la ocasión para establecer los principios legales sobre los que debía sustentarse la justicia, incluyendo fuertes limitaciones para el poder monárquico. Establecieron como máxima jurídica la posibilidad de deponer a un monarca si era considerado injusto o malvado, según la máxima isidoriana “Rex eris si recte facias, et si non facias non eris” (Rey eres si actúas rectamente y si no lo haces no lo eres). Según esta máxima el monarca tenía plenos poderes siempre que actuara de acuerdo con la voluntad del concilio, pero si era considerado un tirano el propio concilio tenía la autoridad para declararle ilegítimo y elegir un nuevo monarca. Este concilio representa el momento de máxima autoridad de la jerarquía eclesiástica, puesto que impide al monarca hacer una promulgación directa. El monarca no está sometido a sus propias leyes sino a las del concilio.

Los monarcas posteriores no lograrán revertir la situación, más bien todo lo contrario, el reino se irá debilitando progresivamente durante los cinquenta años siguientes, hasta el punto de que el rey perderá gran parte de sus poderes, convirtiéndose en un mero representante de la voluntad del concilio a la que se añadirán los intereses de la aristocracia laica. El interés de los diferentes linajes nobiliarios será una de las principales causas de la caída del reino, puesto que facilitarán la conquista islámica y el fin de la monarquía hispano goda. 

Con la invasión musulmana de Hispania la figura del monarca desaparece tal y como era reconocida, la huida del obipo de Toledo y la consiguiente pérdida de la capital del reino provocan que el sistema se derrumbe puesto que pierde sus dos pilares fundamentales, la monarquía y el concilio. La esencia del reino se mantiene en el imaginario de las altas jerarquías pero ningún noble será capaz de asumir la tarea y los poderes de los antiguos monarcas hispanogodos. Se entrará en una nueva fase de construcción monárquica y en un nuevo modelo regio, un modelo que se conoce como caudillaje militar en el que la legitimidad de los monarcas se basará fundamentalmente en sus capacidades como líderes bélicos y no en su herencia sanguínea o en la aprobación del concilio. Este será el modelo que permita la creación y consolidación de los primeros reinos cristianos del norte durante los siglos VIII y IX.

Si tienes dudas, preguntas o comentarios no dudes en escribirme. 

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2 comentarios:

  1. Muy buenas,
    buen artículo, un resumen muy asequible para el público no especializado.

    Quería recomendaros un libro que me estoy leyendo, y que entre otras cosas incluye reflexiones muy interesantes sobre la historiografía relativa a la caída de los visigodos. Se trata de "La conquista islámica de la península ibérica y la tergiversación del pasado". Aunque el tema principal del libro sea refutar las tesis negacionistas de Olagüe y sus seguidores, en la última parte se incluye un estado de la cuestión muy conciso (pero detallado) en el que se analizan las distintas interpretaciones que los historiadores han hecho sobre la "crisis" del Estado visigodo.
    Muy recomendable, pues sugiere la posibilidad de que el reino visigodo no estuviera tan debilitado como pensamos.

    Vale más de 20€ pero estoy seguro de que está en bibliotecas públicas o universitarias.

    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias por la recomendación, lo tendré en cuenta y espero poder consultarlo en breve.

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