Por mucho que a nuestra cultura grecolatina le cueste admitirlo, los primeros colonizadores de la península ibérica no fueron los griegos, ni siquiera fueron contemporáneos. Hubo, otro pueblo, abierto a la exploración marítima el primero en poner pie en la Península Ibérica. Este pueblo, no era otro que los fenicios. Un pueblo del levante mediterráneo, conocido durante toda la historia antigua por su afán explorador y comercial. Si amigos, los fenicios era un pueblo que, en terminología más moderna, le gustaba “abrir mercados”. Pero… ¿Quiénes eran los fenicios? ¿Y que les motivo para abandonar unas tierras ricas como eran las suyas, para embarcarse en la búsqueda de nuevos horizontes donde obtener riquezas? En el capítulo de hoy nos centraremos en la presión asiria y la crisis alimenticia del siglo VIII a. C., para explicar los motivos de la expansión fenicia.
Como se sabe, durante los siglos finales del segundo milenio
a.C. todo el mediterráneo Oriental y el Oriente Próximo se estaban viendo afectados por una serie de
convulsiones que significaron graves problemas en la estructura social y económica
de la zona. Los motivos de esta situación son variada, pero queda claramente
protagonizado por la aparición de los llamados “pueblos del mar”. Estos pueblos
habían protagonizado una serie de ataques que han dejado huellas epigráficas y arqueológicas
de forma especial en diversos puntos del Mediterráneo.
Por lo tanto la situación de los años finales del segundo
milenio es de constante cambio. Pero se trata de un cambio desde el punto de
vista de los mecanismos de control de las transacciones económicas. De esta
forma las ciudades costeras empiezan a convertirse en lugares privilegiados,
donde confluían productos llegados por mar y venidos por tierra a través de
rutas caravaneras, dándose ahí el lugar del cambio del modo de transportar las mercancías
y la mediación económica. De forma que la riqueza generada en estas ciudades empezó
a ser del interés de los grandes imperios que no ocultaron sus ganas de
controlarlas.
Las ciudades fenicias se ven beneficiadas de esta situación
y reciben continuas visitas de mercaderes Egipcios que buscan uno de los
principales recursos de la ciudad, la madera. Pero los egipcios hace tiempo que
ya no controlaban esa zona, por lo tanto debieron pagar el precio por la
materia prima.
La expansión ultramarina fenicia supone un ruptura en la que
podemos percibir elementos de continuidad, y será a partir del siglo X y IX
a.C. cuando empezaremos a ver gentes de
procedencia fenicia navegando y estableciendo una serie de puntos de recalada y
comercio a miles de kilómetros de sus ciudades originarias. El objetivo básico
de esta expansión era proveer a las
ciudades de artículos y materias primas de ultramar que habían dejado de llegar
en los siglos anteriores.
El empuje asirio, a partir del reinado de Asurnasirpal II
(883-859 a.C.) y de sus sucesores van a insistir en la realización de campañas
o percepciones de tributos en varios puntos de oriente próximo,
incluyendo las ciudades fenicias. Ante esto, los fenicios no pudieron hacer
otra cosa que aceptar unas condiciones de vasallaje donde debían aportar una
serie de tributos, muchos de ellos de cobro anual.
Por otra parte, en torno al siglo X a.C. las ciudades
fenicias empiezan a sufrir un periodo de carestía, exigiendo a las ciudades
fenicias la necesidad de adquirir los productos alimenticios de su entorno, que
debido a un posible cambio en las condiciones ambientales provocó una reducción
de las tierras cultivables, que unido a un aumento de población llegaría a provocar una crisis
alimenticia, que se vería acentuada cuando en la segunda mitad del siglo VIII a.C.
se perdió territorio en favor de los asirios, reduciendo así la cantidad de
tierra disponible para cultivos.
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