miércoles, 16 de marzo de 2016

Arqueología e Iustración: la arqueología como ciencia legitimadora

Las interpretaciones étnicas han venido disfrutando de una larga y continuada tradición en la investigación española. Especialmente durante los últimos años se ha venido viendo una serie de estudios sobre la historia de la arqueología que se han caracterizado por un notorio esfuerzo de sus autores por vincular práctica científica y poder político institucionalizado. Ese interés ha surgido, sobre todo, de un ansia de aprender el significado de la propia  disciplina, integrada  en una determinada contextualización histórica. De hecho, en última instancia, será usada para poder explicar de forma coherente las principales líneas de investigación, los sitios excavados, la filosofía museológica aplicada, los artefactos encontrados, así como las políticas de educación y protección del patrimonio arqueológica, oportunamente seleccionado, aprobado y aplicado. Para ello, la identificación y caracterización de antiguos grupos étnicos ha sido un tema recurrente. Tradicionalmente ha sido la edad del hierro, pero también habría que mencionar la importancia atribuida, según cada época y contexto, a otros componentes como el romano, visigodo e incluso judío.




Se atribuye con  frecuencia al triunfo de los nacionales en la Guerra civil la formalización de los tópicos que han impregnado la arqueología española durante el siglo XX. La crítica historiográfica suele remontarse a los últimos decenios del siglo XIX o inicios del XX, cuando se profesionaliza la arqueología. Sin embargo, a principios del siglo XVI la herencia política e ideológica de los Reyes Católicos y la definitiva unificación de los reinos de España a manos de Carlos V, habían preparado un fértil terreno para construcción de una futura historia nacional acorde a las expectativas de la corona, destacando  la labor de Florian de Ocampo y Ambrosio de Morales, cronistas de Carlos V y Felipe V respectivamente. 

La arqueología, al igual que otras disciplinas, recibió durante la segunda mitad del siglo XVIII un considerable impulso oficial que facilitó su desarrollo ciencia y su sistematización. La promoción de excavaciones y de viajes arqueológicos, las recopilaciones epigráficas, las actividades de la Academia de la Historia, etc. Son todos proyectos típicos de la época ilustrada. Poco tenía que ver el interese científico como la promoción del prestigio nacional o individual, o bien la refutación o  corroboración de hechos narrados en las fuentes literarias. Todo esto influiría en que los intereses políticos y económicos determinarían el ejercicio de una forma de arqueología, en tanto en cuanto pudiera ser utilizada para confirmar o negar  la evidencia literaria. De esta forma, hasta mediados del siglo XIX, se reveló el método arqueológico como el único  posible para ciertas áreas de conocimiento del pasado. Dejando a la arqueología a merced de la manipulación, en función de los intereses políticos del momento.

La época ilustrada se caracteriza por su búsqueda constante de la su identificación con el mundo grecorromano. Un interés  bien reflejado en la simbología clásica  empleada en la iconografía real y la constante recurrencia a un modo de vida idealizado, que serán usados para justificar las medidas reformistas de los políticos ilustrados. En cuanto a la arqueología, se puede diferenciar dos focos de potenciación de actividades arqueológicas durante el siglo XVIII.  El interés por la antigüedad y por reescribir y actualizar la información conservada en sus etapas primigenias.

Por un lado, la monarquía, con fines claramente destinados a aumentar su prestigio y la defensa de sus privilegios, la nueva dinastía tenía la necesidad de integrarse plenamente en la historia del país y de encontrar argumentos para su legitimación. Durante el reinado del Fernando VI (1746-1759) la llamada cuestión del Patronato Regio, a consecuencia del concordato firmado en 1737 por Felipe V  y la Santa Sede, defendía el derecho de la monarquía a intervenir en asuntos de carácter económico. Con objeto de hacer valer sus derechos frente al papado, Fernando VI ordenó en 1749 un reconocimiento de todos los archivos de España, a fin de poder encontrar documentos que probaran sus pretensiones. Un nuevo concordato firmado en 1753, redundo en favor de la monarquía. Pero el trabajo realizado por los denominados viajes literarios de la comisión creada por P. Burriel aportó una documentación inestimable ya la redacción de una futura Historia de España, y también para la arqueología, pues gran parte del material era de carácter arqueológico: Epígrafes, Monedas , dibujos de monumentos, etc.

El segundo foco es de ámbito más reducido y con fines más concretos, aunque ligados al prestigio de un estamento determinado, o bien la promoción individual o al deseo de contribuir a la verdad y al Bien Común, pilares fundamentales de la ideología ilustrada. La Academia de la Historia, mediante el empeño de uno de sus miembros, Luis Velázquez, Marqués de Valdeflores, en elaborar Historia General de España, desde la antigüedad hasta el 1700, requirió de un viaje por los archivos de España, previo permiso del Marqués de la Ensenada; las fuentes para su Historia  serian “los escritores y Monumentos originales de cada siglo, como únicos depositarios de la verdadera Historia”. Este ambicioso proyecto no llegó a terminarse, pero su documentación se conserva en la Real Academia de la Historia.

Pero, a pesar del interés por recoger y catalogar las antigüedades de España, no existiría en realidad una iniciativa oficial que pusiera en marcha un plan sistemático de excavaciones. En los casos en los que se excavaba, se trataba de una recuperación de los “tesoros” escondidos. Las ruinas de edificios se respetaban como elementos del paisaje, que aunque se midan y dibujen, rara vez se hacía con la intención de documentar  un yacimiento de un modo integrador.

En el contexto de la Ilustración, la arqueología aparece de forma ambigua y contradictoria, desaprovechando ocasiones, como la experiencia en Nápoles. Sin embargo, es indudable que durante la segunda mitad del siglo XVIII la arqueología adquirió cierta independencia y autoridad dentro del mundo cultural ilustrado, que sentará las bases de lo que será la actividad posterior


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