domingo, 20 de marzo de 2016

La conquista de los derechos políticos: un siglo de lucha sufragista

“¡Oh, mujeres! ¡Mujeres! ¿Cuando dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la revolución?” Olympe de Gouges, Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana.
Desde finales del siglo XVIII y con la aparición de las reclamaciones liberales, una idea se fue reiterando en la mentalidad femenina, la reivindicación del sufragio universal, el derecho al voto. El aumento del sufragio masculino en las sucesivas revoluciones décimononicas dio el empujón definitivo a las reivindicaciones de género que se afanaron por conquistar este primer derecho igualitario. Mujeres de todas las clases sociales se unieron con la intención de reclamar su participación política. Por cuestiones de extensión repasaremos brevemente únicamente tres episodios, la Convención de Séneca Falls, la lucha sufragista británica liderada por Emmeline Pankhurst y el debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent.




Como hemos comentado anteriormente Olympe de Gouges fue de las primeras en reclamar de manera pública y notoria el voto femenino en su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Pero su repentina muerte, por la situación girondina en la Revolución de la que nos habló Marta Baleriola en su último post, puso fin al discurso feminista. Las reclamaciones de género crecieron en Europa en cuando el liberalismo aspiraba al poder, mientras que quedaba relegado al olvido en los momentos de auge conservador.

La Convención de Seneca Falls, celebrada en 1848 en Nueva York, sirvió como acto fundacional del movimiento feminista estadounidense. Liderada por Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton culminó con la publicación de la Declaración de Seneca Falls, un documento que tomando como fuente de inspiración la Declaración de Independencia criticaba y remarcaba la desigualdad y restricciones que sufrían las mujeres americanas. Sus reivindicaciones tenían un carácter marcadamente político, estaban especialmente preocupadas por la total falta de implicación de las mujeres en la actividad política: no podían votar, ni presentarse a elecciones a cargos públicos, ni pertenecer a un partido, ni siquiera asistir u organizar reuniones políticas.

En las décadas anteriores se había producido un crecimiento del movimiento abolicionista y diversas congregaciones religiosas, como los cuáqueros, habían otorgado a las mujeres labores religiosas y educativas dentro de la comunidad, lo que les permitió alejarse de la vida privada y comenzar a establecer contactos políticos.

La Declaración de Seneca Falls proclamó que todos los hombres y mujeres eran iguales y que emplearían todos los medios a su alcance para lograr que dicha igualdad fuera real y para combatir la injusticia social. Llegaron a tomar lemas revolucionarios para dar mayor simbolismo a su campaña, entre ellos el tópico “No taxation whitout representation”. Además declaraba la independencia jurídica de la mujer con respecto a su marido o su padre.

“Consideramos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres y mujeres son creados iguales; que están dotados por el creador de ciertos derechos inalienables, entre los que figuran la vida, la libertad y la persecución de la libertad (...) la igualdad de los derechos humanos es consecuencia del hecho de que toda la raza humana es idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad. (...) En consecuencia: Decidimos que todas aquellas leyes que sean conflictivas en alguna manera a la verdadera y sustancial felicidad de la mujer son contrarias al gran precepto de la naturaleza y no tienen validez, pues este precepto tiene primacía sobre cualquier otro.” Declaración de Séneca Falls.

La lucha sufragista británica fue algo diferente. Durante décadas las organizaciones femeninas reclamaron el sufragio universal de forma pacífica, insistiendo en que era un derecho que correspondía a hombres y mujeres puesto que eran iguales ante Dios y ante la ley. Durante el siglo XIX las mujeres lograron diversos avances en la consecución de los derechos femeninos, como la posibilidad de gestionar bienes propios y la entrada en determinados cargos públicos menores, relacionados con la educación y la crianza de los niños. A finales de 1876 Hubertine Auclert creó The Rights of Women, años más tarde pasó a denominarse Women's Suffrage Society liderada por Millicent Fawcett.

Sin embargo, sus reclamaciones fueron desoídas a pesar de la existencia de estas asociaciones. En 1903 Emmeline Pankhurst decidió que era el momento de cambiar esta situación y fundó la Unión Social y Política de las Mujeres. Su organización pretendía obtener el derecho al sufragio femenino a través de la desobediencia civil. Por este motivo pasaron a denominarlas con el término suffragettes, usado en tono despectivo, frente al sufragistas que se usaba para denominar a sus compañeras moderadas. Una vez que comenzaron las primeras detenciones su acción se volvió mucho más significativa, eligieron la cárcel en lugar de la multa lo que despertó cierta simpatía entre sus vecinas. Su lucha se intensificó cuando empezaron a realizar huelgas de hambre durante su encarcelamiento, especialmente cuando las autoridades las forzaron a comer y las convirtieron en víctimas del sistema. El Parlamento llegó incluso a promulgar una ley de liberación temporal para las presas más débiles que eran enviadas a casa para que recuperaran fuerzas antes de volver a la cárcel.

El movimiento sufragista tuvo su momento de mayor atención mediática en 1913 durante el derby británico cuando Emily Davison murió al intentar detener al rey Jorge V para visibilizar su lucha. Pero ni siquiera ese trágico incidente fue suficiente para que las autoridades concedieran el voto a las mujeres. Habrá que esperar a la Primera Guerra Mundial para que la acción femenina sea reconocida en Inglaterra. En 1918 el Parlamento reconoció el derecho al voto a las mujeres mayores de treinta años que fueran propietarias de tierras y tuvieran una renta superior a cinco libras anuales y a las universitarias. Diez años más tarde el sufragio femenino se equiparó al masculino. Respecto a Estados Unidos el voto femenino se implementó en 1919. Por su parte, nuestra Francia revolucionaria retrasó la concesión hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, siendo en este caso mucho más tardía que los países vecinos.

El último acontecimiento al que me referiré es el debate entre Clara Campoamor y Victoria Kent en las Cortes españolas durante la Segunda República. En 1931 se instauró la República en España y por paradojas históricas dos mujeres alcanzaron la representación política, a pesar de que no existía derecho al sufragio femenino. Clara Campoamor, diputada del Partido Radical, dedicó gran parte de su esfuerzo político a lograr cambiar esta situación, la campaña duró meses y tuvo que enfrentarse a todo tipo de comentarios despectivos y críticas por parte de los demás diputados. Curiosamente fue otra mujer, Victoria Kent, diputada del Partido Republicano Socialista, su principal opositora, a pesar de que ella misma había recibido fuertes críticas tras obtener su escaño. Victoria Kent defendía que el voto femenino sería una duplicación del masculino y, por tanto, innecesario, puesto que consideraba que las mujeres no tenían opinión propia y que votarían en función de los deseos de sus maridos o sus párrocos.

"Que creo que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, Señores Diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República. (...)Pero hoy, Señores Diputados, es peligrosos conceder el voto a la mujer". Victoria Kent, 1 de octubre de 1931.

A lo que Clara Campoamor respondió:

"Precisamente porque la República me importa tanto, entiendo que sería un gravísimo error político apartar a la mujer del derecho del voto. (...) Yo soy Diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven..." Clara Campoamor, 1 de octubre de 1931.

El resultado final fue la aprobación del sufragio femenino, las mujeres españolas votaron por primera vez en 1933. Aunque su derecho duró poco, tras una segunda votación en 1936 el estallido de la Guerra Civil y la victoria del franquismo acabó con el derecho al voto en España.

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