miércoles, 2 de marzo de 2016

El destino de las momias egipcias. la muerte convertida en souvenir

Egipto ha sido siempre un motivo constante de interés y fascinación para una amplia mayoría y continua ejerciendo en la cualidad un casi poder ilimitado de poder de convocatoria, en los últimos meses hemos visto una muestra de esto en la actual exposición en relación al Egipto Ptolemaico que viene presentado por la más famosa de sus componentes, Cleopatra. Pero me reservo (espero) para un futuro post, una crítica sobre la exposición. Continuando con Egipto, su paisaje singular, su flora y fauna, sus impresionantes monumentos, y su cultura milenaria apoyada por un sistema de escritura de apariencia misteriosa que parecía ocultar  verdades sagradas, así como las inquietantes formas de sus ritos funerarios, se mezclaban para despertar asombro, admiración y respeto por tan importante civilización. El relato de Heródoto sobre las técnicas de momificación es posiblemente uno de los  que mayor  incidencia ha tenido en la transformación de una costumbre funeraria en un mito que ha podido ser constatado gracias a la preservación de los cuerpos.





Según la concepción egipcia el cuerpo humano constaba de diferentes elementos,  perviviendo uno de ellos, el Ka, en la tumba durante millones de años. El Ka debía ser dotado de todo aquello que pudiera necesitar para una vida eterna, encontrándose así el origen de unas tumbas concebidas como casas en las que se depositaba un ajuar funerario compuesto de todo lo que pudiera necesitar. El Ka, necesitaba un lugar de descanso, un cuerpo momificado en el que siempre debía poder reconocer.

Los primeros intentos de embalsamamiento  tuvieron lugar en la IV dinastía (2630-2500 a.C.).  El triunfo del cristianismo contribuyó al abandono del aquellos ritos y ceremonias que favorecían la conservación del cuerpo, ya que ya no era necesaria para acceder al “más allá”. Pero las momias no perdieron su misterio, y poco a poco fue creciendo una nueva leyenda entorno a ellas, una leyenda que ha llegado hasta nuestros días. Debido a su concepción funeraria, los egipcios adquirieron unos avanzados  conocimientos médicos y anatómicos, alcanzando un halo de sabiduría que pronto se incorporó al mundo griego. Y aunque por lo general la momificación se había abandonado, se siguieron dando casos con posterioridad, tal y como se ve en el Chason de Roland, en el cual se describe como los cuerpos de Roland y Olivier son tratados con distintas sustancias como vino y especias, un intento torpe y alejado de las avanzadas técnicas egipcias, pero ahí queda el dato de un intento de preservación.

La realidad era, que a ojos de la sociedad Europea y árabe, los logros en el campo de la preservación del cuerpo, pues a pesar del tiempo muchos cuerpos se conservaban.  Por eso, y por la posibilidad de negocio que ello involucraba, un monje capuchino de Palermo de finales del siglo XVI decía haber aprendido en Egipto los secretos del arte de la momificación, ofreciendo sus servicios  a todos aquellos que quisieran conservar el semblante de sus personas más próximas y pudieran pagar los altos costes de la operación.

No debe extrañarnos el hecho de que se asimilara a las momias con moderes medicinales. En la Europa medieval y moderna poco interesaban los métodos o las razones de la momificación, lo que se buscaba eran los poderes curativos que la aplicación de las momias podían tener, dando lugar a un lucrativo comercio de momias que duraría hasta comienzos del siglo XX, primero para satisfacer  una creciente demanda de momias con fines médicos y en el siglo XIX, para fundar y completar las colecciones  egiptológicas que en los museos europeos y de Estados Unidos estaban estableciéndose.
Las supuestas cualidades medicinales de las momias estaban implícitas en su propia denominación, “momia”, que  según el físico árabe del siglo XII Abd’ el-Latif, derivaba del termino persa mumia, que significaba “bitumen”, producto considerado medicinal en el mundo árabe, que se utilizaba con fines antisépticos. Lo que a su vez contribuyó  a la creencia de que las momias poseyeran poderes curativos y provocando una altísima demanda de esta mumia por parte de las cortes europeas, siendo el más claro ejemplo el hecho de que el rey Francisco I de Francia siempre llevara un saquito con polvo de momia.

Guy de la Fontaine, un médico del reino de Navarra, viajo en 1564 a Egipto y visito El Cairo, donde fue a ver a distintos comerciantes de momias, sorprendiéndose del ya por entonces de la gran cantidad de momias falsas que existían. A medida que más viajeros iban al país, el saqueo y búsqueda de momias iba en aumento, creyéndose que estas podían encontrarse por todas partes. Pero no todas las momias eran “autenticas”, la alta demanda y el lucrativo negocio que esta proporcionaba  provocó que  se utilizaran  cuerpos de personas fallecidas recientemente, que bañadas en natrón, secadas al sol y posteriormente  vendadas fueran vendidas como auténticas. Pero a pesar de todo, la  creencia en sus poderes curativos quedó como algo inherente a las sociedades europeas, tal y como queda patente en que el rey de Persia regalara mumia a la reina de Inglaterra en 1809.

Eduardo Toda, en su libro publicado en 1886 sobre el antiguo Egipto, recoge  la leyenda de que este comercio de momias con fines medicinales estaba establecido ya en el siglo XIV, cuando Elmagar, un médico judío de Alejandría, usó polvo de momia como remedio para las heridas de los soldados, tanto cruzados como árabes. El propio Shakespeare hace referencia a la mumia en Otello. En 1834, cirujano ingles Thomas Pettigrew comentaba en su libro History of Mummies que el comercio de momias era uno de los más prósperos, llevando ello a un saqueo continúo de tumbas y a la mutilación de momias. Entre las enfermedades que se podían tratar con mumia eran la úlcera, las fracturas de hueso, la epilepsia, y el dolor de muelas. En 1658, Thomas Browne publicaba Hydriotaphia, or urn Burial, donde hacía referencia a que la “mumiya” machacada y disuelta en líquido constituía prácticamente la panacea universal. Además, era un hecho que en todas las boticas reales la utilización de mumia normal. Aunque había voces que no estaban del todo convencidos, Ambroise Pare, cirujano francés, escribió en 1634 que la utilización de mumia solo provocaba náuseas y dolor de estómago.

Además las momias corrían otro peligro derivado de su misterio, los posibles tesoros que podían encontrarse entre sus vendajes, ya que el uso de amuletos, realizados en toda clase de metales, eran colocados allí para proteger la integridad del cuerpo momificado. A este problema ya tuvieron que enfrentarse los antiguos egipcios, el propio Ramsés III tuvo que juzgar  a unos ladrones de tumbas. Los antiguos egipcios eran conscientes de los peligros que sus momias y sus tesoros depositados como ajuar tenían. Por ello recurrieron a la magia como medio de intimidación a los saqueadores, dando lugar al origen del mito de la maldición de los faraones, que ha ayudado aún más a que se expanda el misterio sobre la civilización egipcia.  En el propio Egipto árabe, antes del interés europeo por las antigüedades egipcias, existieron auténticos ladrones de tumbas que disponían de verdaderos  manuales referidos a cómo detectar y disfrutar de los tesoros con los que las momias eran enterrada, siendo el más difundido el Libro de las perlas enterradas y del preciado misterio referente a las indicaciones de los escondrijos de hallazgos y tesoros. En el siglo XIV era tal la “fiebre” por estos tesoros que los buscadores de los mismos eran reconocidos como un gremio, obligados a pagar un impuesto como artesanos. En el renacimiento, los signos que aparecían en los cartonajes o sarcófagos fueron considerados como representación de una sabiduría oculta destinada a ayudar a alcanzar el “más allá”. En esta línea mágica y hermética, escenas funerarias en las que la momia recibía una serie de ritos e invocaciones, particularmente la llamada “apertura de la boca”, confirmaban la sabiduría de los jeroglíficos  y la efectividad de los conocimientos egipcios.

Por lo tanto, los pretendidos poderes medicinales, la posibilidad  de encontrar objetos valiosos entre los vendajes y la conservación durante siglos de los cuerpos, son factores que reflejan las historias  y leyendas que sobre las momias circularon en Europa, además de que nos debe hacer reflexionar sobre todo lo que se ha perdido. Estas fueron las ideas que rodearon a las momias hasta el siglo XIX. Ya en ese mismo siglo, los turistas y los primeros arqueólogos volvían de oriente con objetos y momias, y se comentaba que era muy poco respetado volver de Egipto sin una momia en una mano y un cocodrilo en la otra. Todo ello, mientras Europa se imbuía de un orientalismo, en el que la apertura de la momia en público se convertía en un acto social de gran importancia, al que acudían médicos, físicos y curiosos con el deseo de conocer los misterios de un pueblo y una civilización que había logrado que sus cuerpos perduraran. Se realizaban invitaciones para dichos actos, que constituían una prueba más de la pertenencia a una clase social elevada como muestra el siguiente ejemplo:

Lord Londesborough
at home
Monday, 10th June, 1850
114 Picadilly
A Mummy from Thebes to be unrolled at half-past Two

De esta manera, momias eran subastadas por sociedades, alcanzando cantidades entre 20 y 40 libras. Una de las personas que más ayudo a la celebración de estos actos “sociales” fue Thomas Pettigrew, al que acudían para que realizara en acto público una ceremonia en la que se desenrollaría una momia en acto público. Teniendo dichos actos una gran repercusión en la prensa del momento, independientemente de “éxito” o “fracaso” del acto.

La “momiamania” y la fama de Pettigrew era tal que el noble Alejandro, duque de Hamilton, recurrió a sus servicios para embalsamar su cuerpo y depositarlo en un sarcófago autentico, y mandó construir un mausoleo que el Times diría en 1872, que  era “el más caro y magnifico templo dedicado  a la recepción de un difunto… exceptuando a las pirámides mismas”.


La expectación ante lo desconocido y los tesoros que se podían encontrar  fue aprovechada como reclamo turístico. Agencias como Cook comenzaron a organizar cruceros por el Nilo donde ofrecían actividades como el desenrolle de una momia por la noche en el hotel, y la visita a una tumba donde aún se conservaban restos humanos momificados.

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