miércoles, 9 de marzo de 2016

El fenómeno campaniforme.

En arqueología es fácil encontrar referencias a fenómeno campaniforme, pero ¿Qué es  realmente este fenomeno? a voz de pronto se podría contestar que se trata de una manifestación arqueológica de la edad del Cobre occidental, que ocupa el periodo cronológico del 2700/2600 hasta el 2000 aC, que además se caracteriza por la presencia de una serie de cerámicas con una rica decoración además de un repertorio de formas restringido, que aparecen junto a diversos objetos acompañantes.



Los contextos arqueológicos principales donde se documentan son los lugares de hábitat, que resultan tan variados como las diferentes regiones donde aparece el fenómeno campaniforme. Por otro lado también se documenta la presencia de estos documentos en lugares funerarios. Es en las tumbas donde se recuperan los materiales mejor conservados y más vistosos, especialmente si se compara con lo que se suele encontrar con los hábitats. La variedad de las estructuras funerarias donde se han recuperado materiales campaniformes es tan diversa como la de los poblados. Entre esta variedad podríamos señalar que las tumbas  están realizadas en este momento o bien podría haberse dado casos de reutilización de los sepulcros colectivos anteriores. Los hallazgos de la región de Madrid corresponderían a la primera categoría, de estos se puede destacar el hallazgo de vallisoletano de Fuente Olmedo, donde a un solo individuo se le había enterrado con un impresionante ajuar.
De las reutilizaciones de sepulcros anteriores, destacaría el hallazgo de Túmulo de la Sima, en Soria. Ahí se ha podido documentar una intensa reutilización campaniforme del sepulcro de tipo tholoi del Neolítico final.

En estos dos casos, a pesar de sus diferencias, tienen en común que los cuerpos han sido depositados siempre en posición fetal.Se han documentado materiales campaniformes con variantes regionales en una amplísima área geografía que abarca desde la fachada atlántica hasta los Cárpatos y desde las islas británicas hasta el Mediterráneo y norte de África.

Lo que sorprende es la semejanza y la extensión geográfica del fenómeno campaniforme, que ha supuesto un auténtico reto para los diversos investigadores interesados en el periodo. En cada etapa de la historia de estas investigaciones se ha ofrecido una hipótesis diferente. Curiosamente estas interpretaciones guardan un parecido con los respectivos marcos históricos en los que los investigadores trabajaron.

La multiplicación de los hallazgos arqueológicos ni las distintas explicaciones que se han ido proponiendo han conseguido resolver el problema que supone este enigma. En los dos primeros tercios del siglo XX triunfa la escuela histórico-cultural alemana. Los mapas de distribución arqueológicos constituyen un mosaico de culturas. Que entonces responden como sinónimos de etnias, de pueblos o incluso de razas. Así estas culturas se erigen como actores de la historia y desempeñan un papel semejante al de los individuos y grupos. Así la prehistoria se convierte en un relato sobre las andanzas de estos pueblos. En este contexto el fenómeno campaniforme pasa a ser considerado como una cultura concreta, compuesta por unos grupos de nómadas, mercaderes y metalúrgicos. Otra característica de la forma tradicional de hacer prehistoria es la obsesión por la búsqueda del origen de estas culturas. Así a comienzos del siglo XX se defendía su origen en Egipto, pronto esta visión se vio superada y sustituida por un supuesto origen occidental. La península ibérica se sitúa como hogar primigenio del campaniforme. En este marco teórico se localizan los primeros trabajos de Castillo, y su tesis supuso la consagración del modelo de él origen primigenio en España. Mediante un análisis comparativo de las decoraciones campaniformes y las propias de las cerámicas neolíticas hispánicas, Castillo situó en el valle del Guadalquivir el foco primigenio. Aunque esta visión tuvo una buena acogida, desde los primeros momentos surgieron críticas, especialmente desde el ámbito británico.

La proliferación de los trabajos de ámbito local y regional en los años posteriores, va mostrando una realidad cada vez más compleja, que ofrece  numerosos problemas a los esquemas globales y uniformes. Los tipos físicos asociados al campaniforme y otros elementos como los brazaletes de arquero, los botones de perforación en V, o la tecina cordada, son considerados de origen no peninsular  y ponen, por lo tanto, en duda los esquemas “iberistas”.

De esta forma gana mayor fuerza el situar el origen primigenio en el norte de Europa, dejando a la cerámica cordada como cuna del campaniforme.Habría que esperar hasta la teoría del reflujo de Sangmeister para que se concrete un modelo alternativo, que mantiene la importancia de la Península ibérica en gran media, y propone el origen de los campaniformes de Estilo Marino en el centro de Portugal a partir de una evolución de las decoraciones neolítica locales. Desde ahí se habría dado un movimiento de “flujo”  que habría llevado este estilo por la costa atlántica hasta Bretaña, y desde ahí a los Países Bajos, donde se desarrolló  un proceso de hibridación con la cerámica cordada.
En Bohemia y Moravia surgiría un centro como consecuencia de los efectos directos de los tipos holandés, con una serie de elementos singulares. Así, un movimiento de reflujo se encargaría de llevar estas novedades hasta los restantes grupos campaniformes europeos, definiendo así las características de los complejos más tardíos como pueden ser los peninsulares de Carmona o CIempozuelos. Así, una combinación de migraciones de grupos etinos concretos y comercio seria el mecanismo de difusión para ambos procesos.

Otros autores rechazan las teses del origen ibérico y proponen un modelo centro europeo. A mediados de los 70, RJ Harrison, desarrollo un esquema dual con un elaborado trabajo que busca los orígenes del estilo Marítimo en las decoraciones calcolíticas precampaniformes del centro de Portugal.

Sin embargo, la teoría del “reflujo” comienza a recibir críticas y matizaciones en la década de los 70. No obstante, habrá que esperar hasta la celebración del Congreso de Oberried en 1974 para que se ofrezca alguna alternativa. Así dos prehistoriadores holandés, Lanting y Van de Waals, sitúan en la desembocadura del Rin el lugar de origen del campaniforme, a partir de la evolución de los tipos cerámicos cordados. Eliminado el último resto que perduraba de las teorías peninsulares. Su trabajo iba a erigirse en nueva teoría triunfante sobre los orígenes del campaniforme en el llamado Modelo holandés. De hecho, la síntesis sobre el campaniforme en Europa a cargo de R.J Harrison recoge como teoría vigente sobre sus orígenes. Desde entonces se han celebrado multitud de congresos donde predominan los trabajos de tipo regional, que escapan al asunto de la explicación general del fenómeno.
Para mayor confusión las últimas investigaciones están poniendo en duda el modelo Holandés, que ha permanecido vigente durante más de 20 años. Investigadores como Salanova en 2005 están volviendo a poner en práctica el modelo ibérico, nuevamente sobre la base del estilo marítimo.

La aportación más significativa para la consideración e interpretación del por qué, de las causas de aparición y difusión del fenómeno campaniforme la proporciono Clarke en 1976 al ofrecer una doble respuesta. Por un lado dice que las cerámicas campaniformes y sus objetos acompañantes no son vulgares objetos domésticos, sino preciados y lujosos productos. Es muy probable que fuesen poseídos por ciertos personajes de elevado estatus social y económico en esos grupos. Por lo tanto no serían distintivos de un pueblo en particular sino de ciertos individuos de alto estatus. Para explicar su amplia dispersión acude al desarrollo de los sistemas de intercambios y las diversas redes sociales formarían el canal de dispersión. El momento responde a un determinado contexto social y económico, fruto de una serie de transformaciones desarrolladas desde finales del Neolítico, que desembocarían en el surgimiento de incipientes diferencias sociales en forma de líderes que tratan de apuntalar su posición y consolidar su poder manipulando las mercancías.

Así el modelo de Clarke se encuentra incluido dentro de los enfoques de la arqueología procesual, que se apoya en el concepto de “bien de prestigio”. Según esta concepción pueden surgir diferencias sociales a través de la distribución diferencial de los elementos de prestigio. Sin embargo, sería interesante señalar que los elementos que componen el fenómeno campaniforme probablemente no conferirían prestigio por si solos, sino que simbolizarían un estatus social y económico alcanzado previamente.

Entre las últimas hipótesis formuladas, destacan las que interpretan a las cerámicas campaniformes como lujosos contenedores de bebidas muy especiales. Esta es una vieja teoría formulada por Gordon CHilde, que especulo con la posibilidad de que los vasos contuvieran una bebida alcohólica preciada, que además podría haber sido usada para someter a otras sociedades con las que se topaban en su expansión por Europa, estaríamos volviendo pues al concepto campaniforme como pueblo, cultura o civilización, y abandonando el concepto de fenómeno campaniforme. Lo cierto es que la teoría quedó en el olvido, o en un éxtasis historiográfico, hasta que en 1986, Andrew Sherratt recoge el guante de CHilde y le da forma en el modelo general de Clarke, donde el campaniforme se presenta como elemento de prestigio. Lo cierto es que la teoría fue contemplada con escepticismo, y solo unos pocos intentan buscar algún apoyo empírico para contrastarla.

Pero si se trata de modelos de cerámica difundidos por Europa occidental en el contexto del desarrollo de los sistemas de intercambio, se preguntan cómo es posible que los análisis de pastas cerámicas muestrean que se trata de producciones locales. Con temor a equivocarme, a título personal, podría darse el caso que lo único que se intercambiara a parte de algunas piezas concretas fuera la técnica y el modelo, pero no el material, y por lo tanto este sería el de mayor accesibilidad local.

Las decoraciones campaniformes encierran información sobre diversas cuestiones. Se puede defender que las decoraciones no son meramente ornamentales, sino que están compuestas por una serie reducida y estandarizada de diseños que se combinan de acuerdo con los esquemas de ordenación regulares. Estos patrones de combinación ordenada se documentan en regiones  alejadas entre sí. Por ello resulta poco probable que estas estructuras pudieran ser elaboradas por cualquiera. Las cerámicas son producciones elaboradas y especializadas, no solo desde el punto de vista material. El estudio estadístico de la frecuencia de utilización de los motivos decorados permitió a identificar el funcionamiento de las redes sociales de intercambio a nivel local.

Se trata de un cuerpo de diseños y esquemas estructurales estandarizados, que decoran formas cerámicas estandarizadas, que son compartidas por poblaciones distantes geográficamente. Las semejanzas en aspectos tan complejos y detallados  exigen la existencia de intensos contactos sociales entre esos grupos tan distanciados en el espacio.

No se trataría de resucitar las andanzas de un supuesto pueblo campaniforme, pero desde luego no se puede descartar el movimiento de  algunos individuos o pequeños grupos  en el curso de diversas redes sociales. Estos individuos llevarían consigo los conocimientos para realizar estas cerámicas y quizás también los objetos que las acompañan. Solo así se podría explicar ciertas evidencias de interés descubiertas por los análisis de los isotopos de estroncio aplicados a los huesos. Estos análisis permiten estimar si el individuo enterrado nació allí o solo los últimos años de su vida.


Por su parte, Price ha realizado en los últimos años importantes descubrimientos con este análisis, determinando en varios casos una procedencia extra europea. Según algunos investigadores la difusión de ciertos diseños en las decoraciones se relaciona con las mujeres, que suelen ser además las alfareras de las sociedades “preindustriales”. Estos diseños pasarían de madres a hijas, y estas a su vez las desplazarían a otros grupos en el momento del matrimonio. Ya que no queda descartada la posibilidad de alianzas y pactos políticos entre los líderes de los grupos calcolíticos, que pudieran llevarse a cabo mediante matrimonios

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