En arqueología es fácil encontrar referencias a fenómeno campaniforme, pero ¿Qué es realmente este fenomeno? a voz de pronto se podría contestar que se trata de una manifestación arqueológica de la edad del Cobre occidental, que ocupa el periodo cronológico del 2700/2600 hasta el 2000 aC, que además se caracteriza por la presencia de una serie de cerámicas con una rica decoración además de un repertorio de formas restringido, que aparecen junto a diversos objetos acompañantes.
Los contextos
arqueológicos principales donde se documentan son los lugares de hábitat, que
resultan tan variados como las diferentes regiones donde aparece el fenómeno
campaniforme. Por otro lado también se documenta la presencia de estos
documentos en lugares funerarios. Es en las tumbas donde se recuperan los
materiales mejor conservados y más vistosos, especialmente si se compara con lo
que se suele encontrar con los hábitats. La variedad de las estructuras
funerarias donde se han recuperado materiales campaniformes es tan diversa como
la de los poblados. Entre esta variedad podríamos señalar que las tumbas están realizadas en este momento o bien podría
haberse dado casos de reutilización de los sepulcros colectivos anteriores. Los
hallazgos de la región de Madrid corresponderían a la primera categoría, de
estos se puede destacar el hallazgo de vallisoletano de Fuente Olmedo, donde a
un solo individuo se le había enterrado con un impresionante ajuar.
De las reutilizaciones de sepulcros anteriores, destacaría el hallazgo de Túmulo de la Sima, en Soria. Ahí se ha podido documentar una intensa reutilización campaniforme del sepulcro de tipo tholoi del Neolítico final.
De las reutilizaciones de sepulcros anteriores, destacaría el hallazgo de Túmulo de la Sima, en Soria. Ahí se ha podido documentar una intensa reutilización campaniforme del sepulcro de tipo tholoi del Neolítico final.
En estos dos casos,
a pesar de sus diferencias, tienen en común que los cuerpos han sido
depositados siempre en posición fetal.Se han documentado
materiales campaniformes con variantes regionales en una amplísima área
geografía que abarca desde la fachada atlántica hasta los Cárpatos y desde las
islas británicas hasta el Mediterráneo y norte de África.
Lo que sorprende es
la semejanza y la extensión geográfica del fenómeno campaniforme, que ha
supuesto un auténtico reto para los diversos investigadores interesados en el
periodo. En cada etapa de la historia de estas investigaciones se ha ofrecido
una hipótesis diferente. Curiosamente estas interpretaciones guardan un
parecido con los respectivos marcos históricos en los que los investigadores
trabajaron.
La multiplicación
de los hallazgos arqueológicos ni las distintas explicaciones que se han ido
proponiendo han conseguido resolver el problema que supone este enigma. En los dos primeros
tercios del siglo XX triunfa la escuela histórico-cultural alemana. Los mapas
de distribución arqueológicos constituyen un mosaico de culturas. Que entonces
responden como sinónimos de etnias, de pueblos o incluso de razas. Así estas
culturas se erigen como actores de la historia y desempeñan un papel semejante
al de los individuos y grupos. Así la prehistoria se convierte en un relato
sobre las andanzas de estos pueblos. En este contexto el fenómeno campaniforme
pasa a ser considerado como una cultura concreta, compuesta por unos grupos de nómadas,
mercaderes y metalúrgicos. Otra característica de la forma tradicional de hacer
prehistoria es la obsesión por la búsqueda del origen de estas culturas. Así a comienzos
del siglo XX se defendía su origen en Egipto, pronto esta visión se vio
superada y sustituida por un supuesto origen occidental. La península ibérica
se sitúa como hogar primigenio del campaniforme. En este marco teórico se
localizan los primeros trabajos de Castillo, y su tesis supuso la consagración
del modelo de él origen primigenio en España. Mediante un análisis comparativo
de las decoraciones campaniformes y las propias de las cerámicas neolíticas
hispánicas, Castillo situó en el valle del Guadalquivir el foco primigenio.
Aunque esta visión tuvo una buena acogida, desde los primeros momentos
surgieron críticas, especialmente desde el ámbito británico.
La proliferación de
los trabajos de ámbito local y regional en los años posteriores, va mostrando
una realidad cada vez más compleja, que ofrece
numerosos problemas a los esquemas globales y uniformes. Los tipos
físicos asociados al campaniforme y otros elementos como los brazaletes de
arquero, los botones de perforación en V, o la tecina cordada, son considerados
de origen no peninsular y ponen, por lo
tanto, en duda los esquemas “iberistas”.
De esta forma gana
mayor fuerza el situar el origen primigenio en el norte de Europa, dejando a la
cerámica cordada como cuna del campaniforme.Habría que esperar
hasta la teoría del reflujo de Sangmeister para que se concrete un modelo
alternativo, que mantiene la importancia de la Península ibérica en gran media,
y propone el origen de los campaniformes de Estilo Marino en el centro de
Portugal a partir de una evolución de las decoraciones neolítica locales. Desde
ahí se habría dado un movimiento de “flujo”
que habría llevado este estilo por la costa atlántica hasta Bretaña, y
desde ahí a los Países Bajos, donde se desarrolló un proceso de hibridación con la cerámica
cordada.
En Bohemia y
Moravia surgiría un centro como consecuencia de los efectos directos de los
tipos holandés, con una serie de elementos singulares. Así, un movimiento de
reflujo se encargaría de llevar estas novedades hasta los restantes grupos
campaniformes europeos, definiendo así las características de los complejos más
tardíos como pueden ser los peninsulares de Carmona o CIempozuelos. Así, una
combinación de migraciones de grupos etinos concretos y comercio seria el
mecanismo de difusión para ambos procesos.
Otros autores
rechazan las teses del origen ibérico y proponen un modelo centro europeo. A
mediados de los 70, RJ Harrison, desarrollo un esquema dual con un elaborado
trabajo que busca los orígenes del estilo Marítimo en las decoraciones calcolíticas
precampaniformes del centro de Portugal.
Sin embargo, la
teoría del “reflujo” comienza a recibir críticas y matizaciones en la década de
los 70. No obstante, habrá que esperar hasta la celebración del Congreso de
Oberried en 1974 para que se ofrezca alguna alternativa. Así dos
prehistoriadores holandés, Lanting y Van de Waals, sitúan en la desembocadura
del Rin el lugar de origen del campaniforme, a partir de la evolución de los
tipos cerámicos cordados. Eliminado el último resto que perduraba de las
teorías peninsulares. Su trabajo iba a erigirse en nueva teoría triunfante
sobre los orígenes del campaniforme en el llamado Modelo holandés. De hecho, la
síntesis sobre el campaniforme en Europa a cargo de R.J Harrison recoge como
teoría vigente sobre sus orígenes. Desde entonces se han celebrado multitud de
congresos donde predominan los trabajos de tipo regional, que escapan al asunto
de la explicación general del fenómeno.
Para mayor
confusión las últimas investigaciones están poniendo en duda el modelo Holandés,
que ha permanecido vigente durante más de 20 años. Investigadores como Salanova
en 2005 están volviendo a poner en práctica el modelo ibérico, nuevamente sobre
la base del estilo marítimo.
La aportación más
significativa para la consideración e interpretación del por qué, de las causas
de aparición y difusión del fenómeno campaniforme la proporciono Clarke en 1976
al ofrecer una doble respuesta. Por un lado dice que las cerámicas
campaniformes y sus objetos acompañantes no son vulgares objetos domésticos,
sino preciados y lujosos productos. Es muy probable que fuesen poseídos por
ciertos personajes de elevado estatus social y económico en esos grupos. Por lo
tanto no serían distintivos de un pueblo en particular sino de ciertos individuos
de alto estatus. Para explicar su amplia dispersión acude al desarrollo de los
sistemas de intercambios y las diversas redes sociales formarían el canal de
dispersión. El momento responde a un determinado contexto social y económico,
fruto de una serie de transformaciones desarrolladas desde finales del Neolítico,
que desembocarían en el surgimiento de incipientes diferencias sociales en
forma de líderes que tratan de apuntalar su posición y consolidar su poder
manipulando las mercancías.
Así el modelo de
Clarke se encuentra incluido dentro de los enfoques de la arqueología
procesual, que se apoya en el concepto de “bien de prestigio”. Según esta
concepción pueden surgir diferencias sociales a través de la distribución
diferencial de los elementos de prestigio. Sin embargo, sería interesante
señalar que los elementos que componen el fenómeno campaniforme probablemente
no conferirían prestigio por si solos, sino que simbolizarían un estatus social
y económico alcanzado previamente.
Entre las últimas
hipótesis formuladas, destacan las que interpretan a las cerámicas
campaniformes como lujosos contenedores de bebidas muy especiales. Esta es una
vieja teoría formulada por Gordon CHilde, que especulo con la posibilidad de
que los vasos contuvieran una bebida alcohólica preciada, que además podría
haber sido usada para someter a otras sociedades con las que se topaban en su
expansión por Europa, estaríamos volviendo pues al concepto campaniforme como
pueblo, cultura o civilización, y abandonando el concepto de fenómeno
campaniforme. Lo cierto es que la teoría quedó en el olvido, o en un éxtasis
historiográfico, hasta que en 1986, Andrew Sherratt recoge el guante de CHilde
y le da forma en el modelo general de Clarke, donde el campaniforme se presenta
como elemento de prestigio. Lo cierto es que la teoría fue contemplada con escepticismo,
y solo unos pocos intentan buscar algún apoyo empírico para contrastarla.
Pero si se trata de
modelos de cerámica difundidos por Europa occidental en el contexto del
desarrollo de los sistemas de intercambio, se preguntan cómo es posible que los
análisis de pastas cerámicas muestrean que se trata de producciones locales.
Con temor a equivocarme, a título personal, podría darse el caso que lo único
que se intercambiara a parte de algunas piezas concretas fuera la técnica y el
modelo, pero no el material, y por lo tanto este sería el de mayor
accesibilidad local.
Las decoraciones
campaniformes encierran información sobre diversas cuestiones. Se puede defender que las decoraciones no son meramente
ornamentales, sino que están compuestas por una serie reducida y estandarizada
de diseños que se combinan de acuerdo con los esquemas de ordenación regulares.
Estos patrones de combinación ordenada se documentan en regiones alejadas entre sí. Por ello resulta poco
probable que estas estructuras pudieran ser elaboradas por cualquiera. Las
cerámicas son producciones elaboradas y especializadas, no solo desde el punto
de vista material. El estudio estadístico de la frecuencia de utilización de
los motivos decorados permitió a identificar el funcionamiento de las redes
sociales de intercambio a nivel local.
Se trata de un
cuerpo de diseños y esquemas estructurales estandarizados, que decoran formas
cerámicas estandarizadas, que son compartidas por poblaciones distantes
geográficamente. Las semejanzas en aspectos tan complejos y detallados exigen la existencia de intensos contactos
sociales entre esos grupos tan distanciados en el espacio.
No se trataría de
resucitar las andanzas de un supuesto pueblo campaniforme, pero desde luego no
se puede descartar el movimiento de
algunos individuos o pequeños grupos
en el curso de diversas redes sociales. Estos individuos llevarían
consigo los conocimientos para realizar estas cerámicas y quizás también los
objetos que las acompañan. Solo así se podría explicar ciertas evidencias de
interés descubiertas por los análisis de los isotopos de estroncio aplicados a
los huesos. Estos análisis permiten estimar si el individuo enterrado nació
allí o solo los últimos años de su vida.
Por su parte, Price ha realizado en los últimos años
importantes descubrimientos con este análisis, determinando en varios casos una
procedencia extra europea. Según algunos investigadores la difusión de ciertos
diseños en las decoraciones se relaciona con las mujeres, que suelen ser además
las alfareras de las sociedades “preindustriales”. Estos diseños pasarían de
madres a hijas, y estas a su vez las desplazarían a otros grupos en el momento
del matrimonio. Ya que no queda descartada la posibilidad de alianzas y pactos
políticos entre los líderes de los grupos calcolíticos, que pudieran llevarse a
cabo mediante matrimonios
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