En los últimos meses nos hemos encontrado con un término que los políticos de nuestro país repiten una y otra vez con la intención de romper con el clásico modelo bipartidista, regeneracionismo. Pero España ya tuvo una época de “regeneracionismo político” a principios del siglo XX, un modelo político que buscaba luchar contra el bipartidismo de conservadores y liberales y que proponía una nueva forma de hacer política. Curiosamente el fin de este regeneracionismo político implicó el establecimiento de un régimen totalitario, la dictadura de Miguel Primo de Rivera.
Cómo estaba ocurriendo en el resto de países europeos, e incluso en norteamérica, los modelos políticos liberales sufrieron una fuerte crisis a principios del siglo XX. En Inglaterra el binomio entre torys y whigs se rompió con la aparición de lo que se llamó “la tercera vía”, el partido laborista, fundado en 1900. Algo similar ocurrió en el resto de Europa con la irrupción de los partidos socialdemócratas que proponían nuevas soluciones para los problemas del liberalismo, alejados del ya de los partidos conservadores e inspirados por los movimientos reformistas marxistas.
En España el reinado de Alfonso
XIII se convirtió en un periodo especialmente complejo, tanto para
la monarquía como para los dos partidos tradicionales. El sistema
del turno que tanto había defendido Cánovas del Castillo era cada
vez más corrupto. Los caciques organizaban las elecciones a su
antojo y aprovechaban los vacios electorales para su propio
beneficio. Se estableció así una red clientelar entre los jefes
políticos locales, los gobernadores civiles, los alcaldes y los
representantes de ambos partidos políticos a través de la cuál
unos y otros intercambiaban favores para asegurar el turno político.
A principios del siglo XX el auge de la lucha sindical y la aparición
de nuevas organizaciones de trabajadores complicó la labor del
Ministerio de la Gobernación, encargado de organizar las elecciones, que era incapaz de garantizar los resultados deseados. Por su parte
los líderes locales aumentaron sus atribuciones lo que les permitió
ganar fuerza en sus negociaciones con las máximas autoridades del
partido.
La muerte de Canovas y Sagasta, los
dos grandes representantes del bipartidismo hispano, marco el declive
de ambos partidos que fueron incapaces de controlar a sus
representantes provinciales. Por su parte, el rey decide
intervenir en los asuntos de gobierno y adquiere mayor relevancia en
la toma de decisiones, llegando incluso a nombrar personalmente a
determinadas autoridades. La crisis del partido liberal y conservador
y el intervencionismo regio generaran una ola de rechazo al modelo
político y el auge de nuevos partidos, republicanos y nacionalistas
fundamentalmente. No olvidemos que el Partido socialista apareció en España en 1879, convirtiéndose en el segundo partido europeo de estas características. Mientras que la CNT apareció en 1910 como nueva organización sindical al margen de la UGT. Estos nuevos partidos y asociaciones de trabajadores se impondrán en el gobierno de muchas
ciudades. En las zonas rurales se procurará limitar el fraude
electoral y la victoria de los tradicionales caciques y se
multiplicaron las denuncias por corrupción electoral.
A pesar de estos cambios el
bipartidismo de la Restauración se mantuvo en el poder del gobierno
central hasta 1923 cuando el proceso de deslegitimación del modelo
político llegue a su auge y surja lo que se conoce con el término
de regeneracionismo, una corriente surgida durante la Guerra de Cuba
debida a la sensación de caos absoluto y pesimismo generalizado
provocado por el Desastre del 98. Esta crisis nacional dio lugar a
una ola de llamadas a la regeneración, un cambio en las bases
estatales y constitucionales que habían regido la España de la
Restauración. El mayor representante de esta corriente será Joaquín
Costa que publicó una serie de escritos en los que presentó
diversas propuestas para la transformación del país unidas a
importantes esloganes como “España lo que necesita es escuela y
despensa” o “Lo que España necesita es un cirujano de hierro”.
Una serie de frases emblemáticas que se mantuvieron en el imaginario
político hasta la Guerra Civil.
Los políticos, inspirados por esta
corriente regeneracionista, consideran que es su deber liderar ese
cambio estructural por lo que elegirán nuevos líderes enfocados
hacia la construcción de una nueva política. En el partido
conservador el elegido será Antonio Maura que propondrá una
transformación interna del estado. Su proyecto electoral se basaba
en la creencia de que el electorado español era débil y poco dado a
la intervención política. Su principal reforma se basaba en la
limpieza institucional y la necesidad de depurar el modelo electoral
para evitar la revolución. A pesar de ganar las elecciones Maura se
enfrentará a una legislatura difícil en la que republicanos y
carlistas obtuvieron un gran número de escaños lo que le llevó a
ignorar su proyecto anterior y crear un congreso a su medida que le
permitiera realizar las reformas que tenia en mente. Una ley de
administración local, una reforma electoral y una serie de reformas
sociales encaminadas hacia la mutua colaboración entre obreros y
patronos.
Por su parte el partido liberal
eligió a Canalejas como líder. Su principal preocupación será
convertir al Estado en el principal baluarte de una sociedad
igualitaria, para ello se debía reducir el intervencionismo
eclesiástico y garantizar una educación igualitaria y afianzar una
serie de derechos sociales y económicos que redujesen la desigualdad
estructural. Su plan incluía además una reforma electoral que
aumentara la capacidad negociadora de los sindicatos y los
trabajadores frente a las históricas ventajas de los patronos. Una
reforma agraria que aumentara la autonomía de los jornaleros y los
pequeños propietarios. Su proyecto de reformas se verá frustrado
por su asesinato a manos de un anarquista lo que llevó a un fuerte
debilitamiento del partido. Por su parte Maura fue derrotado en las
elecciones de 1912 y el rey decidió hacer uso de su potestad como
jefe del Estado y elegir como presidente del gobierno a Eduardo Dato,
obligando a Maura a renunciar al liderazgo de su partido.
Los gobiernos corruptos se
mantuvieron durante los años siguientes hasta que en 1923 el general
Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado que acabó con la
monarquía borbónica y estableció un directorio militar.
Quizás pueda resultar anécdotico,
pero son muchos los paralelismos que podemos encontrar entre este
regeneracionismo de los primeros años del siglo XX y la nueva ola de
regeneracionismo político que ocupa actualmente nuestra vida diaria.
Una gran crisis económica y política como la del 98 provocó una
serie de reformas ideológicas e institucionales que pusieron en tela
de juicio la restauración monárquica y el sistema de partidos.
Mientras que una crisis económica como la de 2008 ha generado en
nuestro país el auge de nuevos partidos que
plantean la necesidad de reformar el modelo político, e incluso el modelo de Estado, instaurado
durante la Transición, curiosamente un momento de restauración
monárquica. La aparición de estos nuevos partidos se ha debido al aumento de la reivindicación de la sociedad por intervenir en los asuntos políticos, especialmente tras el escándalo generado por los diversos casos de corrupción y fraude cometidos por parte de las
autoridades políticas locales.
Es posible que W. Churchill estuviera
acertado al afirmar:
“Me gustaría vivir eternamente, para ver cómo en cien años las personas comenten los mismos errores que yo”.
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