La
Guerra de las Dos Rosas es un conflicto muy complejo, que plantea
quebraderos de cabeza hasta a los historiadores más avezados, por
ello, en este artículo haré un repaso a los antecedentes que dieron
origen a una guerra civil que supuso el fin de la Inglaterra medieval
y el inició del Renacimiento. La Guerra de las Dos Rosas implicó el
fin de la Dinastía Platagenet y la aniquilación total de sus dos
ramas secundarias, los Lancaster y los York. Este conflicto marcará
el destino de Inglaterra durante los siglos posteriores y será un
constante recordatorio de las complicaciones que pueden desarrollarse
en un reino cuando la estabilidad y la descendencia no están
garantizadas. Inglaterra aprendió una dura lección con la guerra,
aunque el destino no fue favorable a la nueva dinastía, los Tudor,
que durante su siglo de gobierno sufrieron con dureza las
consecuencias de no garantizar la sucesión al trono. No en vano
este periodo inspiró varias obras del famoso dramaturgo inglés,
Eduardo III, su Ricardo II, las dos partes del Enrique IV, el Enrique V y las tres partes del Enrique VI.
Pongámonos
en antecedentes familiares, la dinastía Plantagenet había ascendido
al trono inglés en 1154 de la mano de Enrique II, su matrimonio con
Leonor de Aquitania le otorgó el control de la mitad del territorio
francés. Sucedido por sus hijos Ricardo Corazón de León y Juan sin
Tierra la dinastía Plantagenet sufrió altibajos durante los dos
siglos siguientes. Los verdaderos problemas comenzarán en 1377 tras
la muerte de Eduardo III. Su descendencia será la responsable de
iniciar la mayor guerra civil de la historia inglesa. Para entender
las motivaciones y los argumentos legitimistas que se esgrimieron
durante la guerra es necesario conocer a la descendencia del rey.
Eduardo III tuvo catorce hijos con su esposa Felipa de Henao, de los
cuales 8 eran varones. Eduardo, conocido como el Príncipe Negro y
heredero al trono de su padre murió un año antes, en 1376 dejando
un hijo menor de edad, el futuro Ricardo II. Guillermo, muerto en la
infancia. Leonel de Amberes, muerto en 1368. Juan de Gante, duque de
Lancaster entre cuyos hijos encontramos al futuro Enrique IV. Edmundo
de Langley, duque de Cambridge y de York. Tomás y Guillermo, muertos
en la infancia. Y Tomás de Woodstock, conde de Buckingham y
Gloucester.
Como
parece evidente a la muerte de Eduardo III ascendió al trono su nito
Ricardo II, hijo del Príncipe Negro, siendo aún menor de edad. Las
minorías son siempre especialmente complicadas en los reinos
medievales, pero si sumamos a la inestabilidad propia de una minoría
el hecho de que el rey tenía hijos varones vivos y mayores de edad
que podían aspirar al trono la cosa se complica aún más. El
reinado de Ricardo II fue un cúmulo de despropósitos, la juventud
del monarca, las amenazas internas y externas, los problemas
derivados de la guerra de los Cien Años hicieron de su reinado un
momento de especial dificultad para el reino que acabó con su
derrocamiento en 1399. Su primo Enrique, hijo de Juan de Gante,
invadió Inglaterra y encarceló al monarca y se alzó con el trono.
El
reinado de Enrique IV estuvo plagado de irregularidades, en primer
lugar su ascenso al trono fue puesto en tela de juicio puesto que no
era el sucesor legítimo de Ricardo II, su primo segundo, Edmundo de
Mortimer, era descendiente por vía femenina de Leonel de Amberes,
segundo hijo de Eduardo III y, por tanto, heredero al trono. Enrique
alegó que Edmundo era descendiente por línea femenina y que, por
tanto, sus derechos eran menores. Sin embargo, para los historiadores
esta idea no queda del todo clara, puesto que Inglaterra carecía de
Ley Sálica y Felipa, su abuela, era la única heredera de Leonel de
Amberes lo que la legitimaba plenamente junto a su descendencia. Su
reinado estuvo marcado por la tensión interna, pero logró
mantenerse en el trono hasta su muerte. Su sucesor fue Enrique V, su
hijo, coronado en 1413.
El
reinado de Enrique V estuvo especialmente versado hacia la política
exterior, su principal preocupación será reafirmar sus derechos
sobre Francia y reforzar el enfrentamiento en una guerra que había
desgastado ambos reinos durante los últimos 80 años y cuya solución
no parecía cercana. Su implicación en la Guerra de los Cien años
le llevó a la gran victoria de Inglaterra en el conflicto. Tras la
batalla de Agincourt el monarca inglés se impondrá sobre los
franceses y reforzará aún más su posición al contraer matrimonio
con Catalina de Valois y obtener además el reconocimiento como
heredero al trono francés por parte del mismísimo Carlos VI a
través del Tratado de Troyes en 1420. Pero la paz en Francia no duró
demasiado y en 1422 el rey, enfermo y debilitado muere de disentería.
Su
hijo, Enrique VI, se convertirá en rey con apenas nueve meses de
edad y asumirá además el trono francés, durante un breve periodo
de tiempo hasta la victoria de la Juana de Arco. La intervención de
la Dama de Orleans llevará a los ingleses a perder todas sus
posesiones en Francia a excepción de Calais, que se conservará
hasta el reinado de María Tudor. La Guerra de los Cien Años había
asolado Inglaterra y Francia desde 1337 y no la paz no se firmará
hasta 1453. Es importante tener en cuenta el desgaste que supuso un
conflicto secular como el que había enfrentado a ambas potencias
europeas para entender el agotamiento y la debilidad de Inglaterra en
los años siguientes, una debilidad que será aprovechada por los
enemigos del monarca y que culminará con el comienzo de una larga
guerra civil.
En
1455 el monarca será acusado de enajenación y alejado del trono.
Dará comienzo así la Guerra de las Dos Rosas entre los Lancaster,
descendientes de Juan de Gante y los York, descendientes de Edmundo
de York, ambos hijos de Eduardo III. El conflicto se extenderá
durante más de treinta años hasta la aniquilación de ambas
familias y el ascenso de Enrique VII, heredero de consenso y fundador
de la dinastía Tudor.
Espero
que este breve resumen sirva para situar a los personajes antes de
adentrarnos en la guerra en sí misma en el próximo post.
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