jueves, 28 de mayo de 2015

La introducción del cristianismo en Hispania

Nacido y propagado en sus inicios como una corriente divergente del judaísmo, a su vez ajena en principio al mundo religioso greco-romano. La consolidación del cristianismo como religión debió darse de forma definitiva a mediados del siglo II d.C., en parte gracias a sus contactos con la civilización griega, de la que tomo numerosos prestamos tanto éticos, como ideológicos. Sin embargo su identidad espiritual no vería su pleno desarrollo hasta que no sufrió en fuerza religiosa del mundo romano, y de esta manera constituirse como fuerza protectora de la sociedad y el imperio. En Hispania, las transformaciones que se producen implican un cambio de mentalidad que afecta al ambiente religioso. La introducción del cristianismo no solo chocó con unas estructuras ideológicas romanas, sino que además debió hacer frente a un pensamiento religioso tradicional de corte céltico.

Ejecucion Paganos
Imagen Extraida de : http://www.destinoytarot.com/que-son-los-paganos/



A pesar del auge del cristianismo, este no pudo desalojar las viejas ideas y antiguas creencias  de las comunidades rurales, especialmente aquellas que tenían un intenso pasado céltico reciente, que a su vez poseían una carga ideológica que reflejaba la esencia de la vida económica y social primitiva, donde se observa una sacralización de las fuerzas, elementos y eventos naturales.

En este ambiente el cristianismo se abrió paso mediante un duro enfrentamiento para hacer prevalecer un pensamiento religioso que se encontraba anclado en una corriente ideológica diametralmente opuesta.

Pero ¿Cómo se expandió el cristianismo por la península ibérica?
Para explicar de manera breve esto, debemos situarnos en los momentos anteriores a la paz de Constantino (313 d.C.) En este momento, las relaciones entre paganismo y cristianismo aparecen marcadas por un claro signo de enfrentamiento y contraste. El enfrentamiento comienza a plantearse como un problema político, en base a una obediencia  a la ley de los emperadores, cuestión que los cristianos suelen evadir  al no sentirse sometidos a la voluntad del emperador.

En el siglo III, el cristianismo ya parece bien asentado en la península; y será a partir de la confesionalidad del estado romano, realizada con Constantino, cuando empezara a superponerse la nueva religión  sobre los sistemas religiosos anteriores. Así podemos remontarnos a finales del siglo II d.C., momento en el que ya tenemos constatadas comunidades cristianas instaladas en la península. Unas comunidades que van progresivamente dotándose de  una organización  que irá encaminada hacia la constitución de obispados, no sin antes dejarse un buen número de mártires en el camino

Aunque nos parezca que el cristianismo tuvo un efervescente crecimiento, la realidad nos indica que su expansión fue más bien lenta, no ajena a las dificultades ideológicas y organizativas, que se mantenían al ritmo de las propias transformaciones que se producían en el imperial.

En las regiones donde la romanización vivió un proceso lento o incompleto, como es el caso de la Celtiberia o norte peninsular, que además se vio aquejado de un proceso de visigotizacion; permitió  soterradas y mantener algunas estructuras indígenas, básicamente rurales con su correspondiente ideario indígena.

Es común que los lugares de culto se vean reutilizados a lo largo del tiempo. De esta manera han podido sobrevivir rituales político-religiosos, que incluso han pervivido hasta nuestros días. Estos lugares han conseguido resistir el paso de las religiones romana y cristiana. La ocupación, la utilización y destrucción  de estos espacios, no necesariamente en ese orden; al igual que en todo el imperio, en Hispania debió ser motivo de enfrentamiento entre la población hispanorromana, con un fuerte arraigo de carácter natural-céltico o bien estatal-romano, y la nueva religión entrante.
No nos es extraños los casos en los que los cristianos destruyeron templos paganos, o bien los reutilizaron como iglesias, y aunque el conflicto comenzara en igualdad de condiciones, según los cristianos iban ganando terreno, las manifestaciones violentas e intolerantes iban prevaleciendo sobre las acciones pacíficas.

Con la decadencia del urbanismo en el siglo III, el espacio rural que mantenían su estructura social gentilicia arcaica y sus propias creencias religiosas, provoco un choque con un pensamiento religioso tradicional, que apenas se había visto adulterado por las prácticas tolerantes de Roma en este aspecto.
No sería hasta el siglo IV y alcanzando su límite en el siglo VII d.C., que el cristianismo habría conseguido asilar, pero no erradicar, las viejas creencias de las comunidades rurales. La prueba evidente de esto la veremos en la constante presencia de este tema en los distintos concilios, lo que muestra que tanto cultos romanos-paganos, como los cultos de origen celta, consiguen atravesar la frontera que supone el cambio de la tardo-antigüedad para conseguir prolongarse hasta periodo altomedieval.


De esta forma vemos, que la Península Ibérica, poblada mayoritariamente pos poblaciones de origen céltico, y con una fuerte tradición pagana. Esto supuso un frente de resistencia a la expansión del cristianismo por la península ibérica. Estos grupos simplemente fueron cediendo ante  la presión, pero siempre resignándose a desaparecer, llegando a representar una autentica preocupación para las autoridades cristianas que poco a poco se iban haciendo con el control y que buscaban la total desaparición de las estructuras y formas paganas

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