Existe cierta dificultad a la
hora de realizar una búsqueda concreta como puede ser la representación de la
viuda en la edad media, debido a que no suele ser un elemento representativo en
sí, sino que conforma parte de un objeto mayor. Sin embargo, es fácil vincular
la imagen que se tiene de la viuda como una mujer vieja, desdentada y con un
algo en la mirada que parece que quiere vengarse del mundo. Esto no deja de ser
una imagen heredada y que tiene su origen en el aumento progresivo que se dio
en la presencia del discurso misógino eclesiástico, que como todos sabemos
podemos vincular con el periodo bajo medieval.
Extraido de: http://www.docelibros.com/?p=841 |
Aunque sea fácil vincular la
imagen de la “viuda” con la imagen de la “vieja”, esto no es para nada un
elemento característico, ya que por definición no es posible que todas las
viudas sean viejas, ni que todas las viejas sean viudas. Lo más cercano que
podemos sacar de esto, es que todas las viudas con el tiempo acaban viejas,
pero por proceso natural de envejecimiento, no por un cambio en su estatus
social. Es decir que una mujer que a sus veinte años pierde a su marido, sigue
teniendo veinte años, los mismos dientes y la misma capacidad natural que el día
anterior a la muerte de su marido, cuando este aún vivía.
Esto puede ser obvio, pero
considero imprescindible comentarlo ya que la viuda como tal no suele verse
representada; pero si muchas representaciones de viejas que rápidamente nuestro
imaginario cultural nos las vinculara con un
posible estado de viudez, aunque esto es evidente que no tiene porqué
ser así.
Remontándonos en el tiempo. Podemos
observar como la imagen de la vieja ha sufrido un proceso de difamación. Ya en
periodo visigodo y bajo legislación germano, observamos a las viejas como elementos
sociales a temer o respetar. Esto es debido a la escasez de su número debido a
la corta esperanza de vida de la mujer durante el periodo visigodo, durante el
cual la esperanza de vida media de una mujer rondaba los 33 años frente a los
44 del varón.
Poco a poco, en los textos empezamos a ver
como la imagen de la vieja va tomando un matiz siniestro y manipulador, que en muchas
ocasiones roza las circunstancias heréticas y que a través de artimañas o pócimas
hace que los jóvenes varones conquisten a sus doncellas, elemento claramente
visto en la obra de “la celestina”.
Pero volviendo al tema de las
viudas, vemos como su posición social provoca un estado un tanto ambiguo, donde
por un lado se consideraba que la viudedad dotaba a la mujer de ciertos privilegios
y por otro se la consideraba libre de ataduras, permitiéndola actuar de forma
desenfrenada y sin respeto por ningún tipo de principio.
La viuda es un elemento difícil de rastrear, pues no suelen aparecer
en las fuentes, especialmente las pertenecientes a las clases populares.
Normalmente vamos a encontrar referencias a viudas de las elites.
Muchas veces la desaparición del marido
supone para la mujer un cambio en su forma de hacer la vida, muchas de estas
mujeres se convierten simples administrativas de la herencia conyugal, hasta
que el hijo varón pudiera heredar. De hecho, muchos son los casos de viudas que
son acusadas y hostigadas hasta que se las retira de la administración de la herencia
de su marido, y después de sufrir un fuerte
periodo de acoso y derribo por parte de sus detractores, la solución habitual
era entrar en un convento.
Volviendo al periodo visigodo. La
mujer al casarse quedaba sujeta y bajo la voluntad exclusiva del marido. Una
vez este fallece, las viudas no podían casarse hasta haber pasado el Tempus Luendi o tiempo de Luto, que solía
durar un año. En la mentalidad eclesiástica de la época, las mujeres se ven
presentadas como un peligro. Pero las viudas, especialmente, se ven como
doblemente peligrosas, precisamente por su estado de viudez, ya que se las suponía
portadoras de una pasión y deseo contenido. Por otra parte, se las ve como presa
fácil, llegando a pensar que su pasión era un elemento insaciable, y por lo
tanto los concilios se ocupaban de ellas con cierta asiduidad.
Los cánones establecen que hay
dos tipos de viudas: Las seglares, que pueden seguir llevando sus vestidos de
llamativos colores y paños; y por otra parte las religiosas que deben cambiar
su vestimenta inmediatamente por un uniforme, marrón o negro, para que no se
distingan de las demás y para que se las pueda diferenciar como tales viudas.
Una vez pasado el tiempo de luto,
la viuda se podía volver a casar, pero la persona que lo hiciera no podría ser
admitida posteriormente en el clero, una
situación derivada del hecho de que se las consideraba personas viciosas. La situación
de casarse con una viuda era tan crítica que exigía la autorización del obispo.
La viuda estaba en tal situación
de recelo social, que para evitar las supuestas tentaciones, las viudas de los
obispos no son admitidas a sentarse en la mesa con otros obispos. La situación
es tal, que durante el III concilio de Toledo, en el 589 d.C., advierten
duramente que no se debe violentar a las viudas, y que como se supone en ellas
un ardiente deseo matrimonial, si uno violaba a una viuda y esta no quisiera
apartarse de su violador ambos serán excomulgados de la iglesia.
El caso de las reinas viudas es
especial, ya que una vez muerto el rey, los concilios se ocuparían de
protegerlas y de proteger a su prole. Muerto el rey, los concilios prohíben a
cualquiera casarse con la reina viuda y al final terminan por recomendarlas,
que en caso de viudedad deje el vestido seglar y entren en un monasterio de vírgenes.
Hay casos en los que a las
propias viudas se las consideran origen del mal porvenir, y los sucesores del
fallecido suelen tener actuaciones bastante violentas frente a las viudas. Claro
ejemplo de esto lo encontramos en el martirio que sufrió Gala Placida, la viuda
de Ataulfo. A la muerte de ese, su sucesor
volcó sobre ella toda la ira que sentía debido a los malos momentos por
los que pasaba el pueblo visigodo, llegando a denigrarla de forma pública, por
haber contribuido al prorromanismo de Ataulfo o simplemente por ser su esposa. Tras el
asesinato de Ataulfo, Singerico, hizo ir a Gala Placida delante de su caballo,
acompañada por otros prisioneros partidarios del rey muerto, durante un largo
trayecto de varias millas fuera de la ciudad de Barcino.
Muy interesante este artículo acerca de la figura de la viuda en la vida social.
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