martes, 26 de mayo de 2015

Las viudas visigodas

Existe cierta dificultad a la hora de realizar una búsqueda concreta como puede ser la representación de la viuda en la edad media, debido a que no suele ser un elemento representativo en sí, sino que conforma parte de un objeto mayor. Sin embargo, es fácil vincular la imagen que se tiene de la viuda como una mujer vieja, desdentada y con un algo en la mirada que parece que quiere vengarse del mundo. Esto no deja de ser una imagen heredada y que tiene su origen en el aumento progresivo que se dio en la presencia del discurso misógino eclesiástico, que como todos sabemos podemos vincular con el periodo bajo medieval.

Celestina
Extraido de: http://www.docelibros.com/?p=841



Aunque sea fácil vincular la imagen de la “viuda” con la imagen de la “vieja”, esto no es para nada un elemento característico, ya que por definición no es posible que todas las viudas sean viejas, ni que todas las viejas sean viudas. Lo más cercano que podemos sacar de esto, es que todas las viudas con el tiempo acaban viejas, pero por proceso natural de envejecimiento, no por un cambio en su estatus social. Es decir que una mujer que a sus veinte años pierde a su marido, sigue teniendo veinte años, los mismos dientes y la misma capacidad natural que el día anterior a la muerte de su marido, cuando este aún vivía.

Esto puede ser obvio, pero considero imprescindible comentarlo ya que la viuda como tal no suele verse representada; pero si muchas representaciones de viejas que rápidamente nuestro imaginario cultural nos las vinculara con un  posible estado de viudez, aunque esto es evidente que no tiene porqué ser así.

Remontándonos en el tiempo. Podemos observar como la imagen de la vieja ha sufrido un proceso de difamación. Ya en periodo visigodo y bajo legislación germano, observamos a las viejas como elementos sociales a temer o respetar. Esto es debido a la escasez de su número debido a la corta esperanza de vida de la mujer durante el periodo visigodo, durante el cual la esperanza de vida media de una mujer rondaba los 33 años frente a los 44 del varón.

 Poco a poco, en los textos empezamos a ver como la imagen de la vieja va tomando un matiz siniestro y manipulador, que en muchas ocasiones roza las circunstancias heréticas y que a través de artimañas o pócimas hace que los jóvenes varones conquisten a sus doncellas, elemento claramente visto en la obra de “la celestina”.

Pero volviendo al tema de las viudas, vemos como su posición social provoca un estado un tanto ambiguo, donde por un lado se consideraba que la viudedad dotaba a la mujer de ciertos privilegios y por otro se la consideraba libre de ataduras, permitiéndola actuar de forma desenfrenada y sin respeto por ningún tipo de principio.

La viuda es un elemento  difícil de rastrear, pues no suelen aparecer en las fuentes, especialmente las pertenecientes a las clases populares. Normalmente vamos a encontrar referencias a viudas de las elites.

Muchas veces la desaparición del marido supone para la mujer un cambio en su forma de hacer la vida, muchas de estas mujeres se convierten simples administrativas de la herencia conyugal, hasta que el hijo varón pudiera heredar. De hecho, muchos son los casos de viudas que son acusadas y hostigadas hasta que se las retira de la administración de la herencia de su marido, y después de sufrir un fuerte  periodo de acoso y derribo por parte de sus detractores, la solución habitual era entrar en un convento.

Volviendo al periodo visigodo. La mujer al casarse quedaba sujeta y bajo la voluntad exclusiva del marido. Una vez este fallece, las viudas no podían casarse hasta haber pasado el Tempus Luendi o tiempo de Luto, que solía durar un año. En la mentalidad eclesiástica de la época, las mujeres se ven presentadas como un peligro. Pero las viudas, especialmente, se ven como doblemente peligrosas, precisamente por su estado de viudez, ya que se las suponía portadoras de una pasión y deseo contenido. Por otra parte, se las ve como presa fácil, llegando a pensar que su pasión era un elemento insaciable, y por lo tanto los concilios se ocupaban de ellas con cierta asiduidad.

Los cánones establecen que hay dos tipos de viudas: Las seglares, que pueden seguir llevando sus vestidos de llamativos colores y paños; y por otra parte las religiosas que deben cambiar su vestimenta inmediatamente por un uniforme, marrón o negro, para que no se distingan de las demás y para que se las pueda diferenciar como tales viudas.

Una vez pasado el tiempo de luto, la viuda se podía volver a casar, pero la persona que lo hiciera no podría ser admitida  posteriormente en el clero, una situación derivada del hecho de que se las consideraba personas viciosas. La situación de casarse con una viuda era tan crítica que exigía la autorización del obispo.

La viuda estaba en tal situación de recelo social, que para evitar las supuestas tentaciones, las viudas de los obispos no son admitidas a sentarse en la mesa con otros obispos. La situación es tal, que durante el III concilio de Toledo, en el 589 d.C., advierten duramente que no se debe violentar a las viudas, y que como se supone en ellas un ardiente deseo matrimonial, si uno violaba a una viuda y esta no quisiera apartarse de su violador ambos serán excomulgados de la iglesia.

El caso de las reinas viudas es especial, ya que una vez muerto el rey, los concilios se ocuparían de protegerlas y de proteger a su prole. Muerto el rey, los concilios prohíben a cualquiera casarse con la reina viuda y al final terminan por recomendarlas, que en caso de viudedad deje el vestido seglar y entren en un monasterio de vírgenes.

Hay casos en los que a las propias viudas se las consideran origen del mal porvenir, y los sucesores del fallecido suelen tener actuaciones bastante violentas frente a las viudas. Claro ejemplo de esto lo encontramos en el martirio que sufrió Gala Placida, la viuda de Ataulfo. A la muerte de ese, su sucesor  volcó sobre ella toda la ira que sentía debido a los malos momentos por los que pasaba el pueblo visigodo, llegando a denigrarla de forma pública, por haber contribuido al prorromanismo de Ataulfo  o simplemente por ser su esposa. Tras el asesinato de Ataulfo, Singerico, hizo ir a Gala Placida delante de su caballo, acompañada por otros prisioneros partidarios del rey muerto, durante un largo trayecto de varias millas fuera de la ciudad de Barcino.

1 comentario:

  1. Muy interesante este artículo acerca de la figura de la viuda en la vida social.

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