A la muerte de Joviano, los altos oficiales se reunieron en
Nicea para decidir al nuevo emperador. Secundo Salutio rehusó la dignidad
imperial, y por segunda vez se llegó a un compromiso con el nombramiento de
otro oficial ilirio: Flavio Valentiniano, este de manera inmediata designó como
co-emperador a su hermano Valente.
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Posible busto representando al emperador Valente |
Nada más hacerse cargo de la Pars Orientalis, Valente debió hacerse cargo de la usurpación de
Procopio; un noble cilicio,
presuntamente emparentado con el emperador Juliano “el Apostata”, pero debido a
sus incapacidades militares acabaría muriendo en el 366, traicionado por su ejército. Al poco moría Marcelino, que había intentado
aguantar en Tracia con ayuda de los Godos.
Con la desaparición de los usurpadores, Valente procedió de
inmediato a grandes confiscaciones, que afectaron a los antiguos amigos de
Juliano. Tan pronto como pudo verse liberado de los usurpadores, tuvo que
ocuparse de los problemas que asolaban la frontera balcánica. Donde las penetraciones y rapiñas godas de
los Tervingios, pasarían a hacerse peligrosas en el 367. Entre ese año y el 369 Valente, instalado en
Marcianópolis, realizo campañas de castigo, y que tuvieron como consecuencia de
sus respectivos éxitos, la obligación a los godos de pedir la paz sobre la base
de no volver a cruzar el Danubio y de solamente poder ejercer el comercio con
el imperio en determinados enclaves.
A partir del 370, Valente pudo ocuparse de los problemas en
el frente oriental, y desde ese año hasta el 377 se sucedieron operaciones
menores, todas enfocadas a la recuperación de las zonas de Armenia e Iberia, desatendidas
debido a la usurpación de Procopio, donde se recuperó parte de Armenia.
En cuestiones religiosas, Valente no mostro conocimiento por
el edicto de tolerancia de su hermano Valentiniano, siendo un hombre más
intolerante que su hermano, tomo partido contra los Nicenos y los Samarrianos.
La persecución de los monjes, agravó la situación provocando grandes disturbios
en las grandes metrópolis religiosas de Alejandría y Antioquia. A esto debía sumarse
una nueva herejía, obra de Apolinar de Laodicea. Estas persecuciones cesaron en
vísperas de la campaña de Adrianopolis, en busca de un frente unido frente a la
amenaza exterior que se comenzaba a congregar de forma peligrosa en la frontera
europea oriental.
Su política social y económica provoco las protestas de los humildes
e intelectuales Paganos. En un primer
momento, estas políticas se vieron trazadas de forma conjunta con su hermano,
dejando como efecto el no aumento de la presión fiscal. Pero las necesidades económicas
y la corrupción de los funcionarios fiscales frustraron esta política.
Obligando a Valente a imponer la
necesidad a los colonos de abandonar las tierras que cultivaban sin permiso de
sus dueños, sujetándolos todavía más a la Gebla, de la que ya hablaré en otro
post. Las necesidades económicas fueron tales, que el emperador permitió que
fueran los propios propietarios los que se encargaran de la recaudación de los
impuestos a sus colonos, convirtiéndolos así en intermediarios entre estos y el
estado. Además permitió que los
senadores pudieran ejercer como jueces en causas menores, siempre que estas
hubieran surgido en sus propiedades.
Prohibió, debido a su temor a la magia, el estudio de la
ciencia a los mathematici. Esta prohibición
fue el instrumento de represión que fue
utilizado para realizar una terrible persecución contra los intelectuales paganos de Oriente.
El final de Valente, queda en las brumas del misterio que
representa el final de la batalla de Adrianopolis, de la que hable en un post
anterior. Pero su desaparición marco un antes y un después en la percepción de
la realidad en la que Vivian los habitantes del imperio en ese momento.
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